La IA como objeto de la nueva política: ¿Democracia aumentada o dictadura no humana? 

Algunas fuerzas políticas ya utilizan herramientas de IA con fines polémicos: desinformar, crear memes, redactar noticias falsas o trucar fotos o videos que nunca sucedieron.
Por: Franco Mazzeo

Hace unas semanas nos enteramos que el filósofo chino Jianwei Xun, el autor del aclamado libro del año “Hipnocracia”, no existe. La publicación fue creada por una Inteligencia Artificial (IA), después de que el escritor Andrea Colamedici le enviase una orden para que desarrolle un texto sobre la nueva arquitectura de la realidad. La revelación deja una advertencia con respecto al mundo que viene, o que ya está con nosotros. 

Aunque se habla de IA desde los 90’, recién a fines del 2022 se lanzó ChatGPT, el chatbot más novedoso. La empresa que lo creó, OpenAI, logró 100 millones de usuarios activos en el mundo tras cinco días desde su activación, siendo el programa con más rápido crecimiento en la historia. Hoy, toda persona con un celular utiliza IA, a veces sin darse cuenta. Así, sin más, las nuevas tecnologías avanzan a tal ritmo que empiezan a colarse en terrenos que creíamos exclusivos del humano, como el arte, la escritura y, obviamente, la política. 

En la actualidad ya existen herramientas capaces de redactar discursos políticos, como el programa MagickPen; leer estados de ánimo sociales a partir de millones de datos, como Brand24; y también algunos otros para diseñar políticas públicas que prometen ser más eficaces, algo que ya busca implementar el gobierno de Javier Milei con la aplicación y uso de esta tecnología en las distintas áreas del Estado. 

Y es que la IA y los macrodatos y algoritmos de las redes podrían hacer un buen equipo, para bien o para mal. Yuval Noah Harari, historiador que combina aprendizajes del pasado, la ciencia, la filosofía para intentar comprender lo que viene, advierte que “la autoridad puede cambiar pronto de los humanos a los algoritmos" a través de estas herramientas, lo que podría “socavar la idea de libertad individual” como lo hacía la “autoridad divina a través de las mitologías religiosas” en el pasado (21 lecciones para el siglo XXI, p.68, 2018), fuera de la razón. 

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Los datos podrían respaldar a Harari. Según la revista científica Nature Human, herramientas como GPT-4, son más persuasivas que las personas durante el 64% de las discusiones en línea. En el experimento, liderado por el experto Francesco Salvi, se destaca que para esto la IA solo necesita acceso a información básica de su “oponente”. Así, se podría decir que el uso de estas herramientas nos expondrá aún más a las manipulaciones del poder. 

Algunas fuerzas políticas ya utilizan herramientas de IA con fines polémicos: desinformar, crear memes, redactar noticias falsas o trucar fotos o videos que nunca sucedieron. En India se utilizaron tecnologías de deepfake para crear mensajes de campaña de líderes o famosos ya fallecidos y así influir en los votantes durante las presidenciales del 2024. Pero no hace falta irse tan lejos, ya que, en las últimas elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, la campaña se vio cruzada por un video fake donde el ex presidente Mauricio Macri anunciaba la baja de su candidata para llamar a votar por un opositor. 

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Por su parte, el científico César Hidalgo, especializado en democracia digital en el Massachusetts Institute of Technology, desarrolló la idea de una “democracia aumentada” por IA, donde cada ciudadano crea a su “representante” de Inteligencia Artificial entrenado con información propia para participar activamente de decisiones estatales y hasta en elecciones (Una idea osada para reemplazar a los políticos, charla TED, 2019). El profesor español Patrici Calvo, quien escribió artículos con Hidalgo, destaca que la idea “ofrecería la posibilidad de minimizar e incluso erradicar los problemas perennes y emergentes que socavan el potencial desarrollo de las democracias representativas” como lo son “la corrupción política, el fraude electoral, los procesos decisorios altamente ideologizados y el alto déficit de participación de la ciudadanía” (Gemelos digitales y democracia, p.9, 2022). 

Según un informe de la investigadora María Florencia Melo, publicado también en el Statista, millones de personas ya piensan en ceder su voto a una IA. Es decir, ciudadanos con derecho a voto pondrían en manos de máquinas su decisión democrática. La encuesta de más impacto se realizó en Polonia, donde el 33% respondió afirmativamente ante esta pregunta. En el podio le siguieron Países Bajos (30%) y Suecia (26%). 

Como un ejemplo práctico de la aplicación de IA en la política tenemos a Estonia. En los últimos años innovó con “ciudadanías digitales” y “votaciones online” que permitieron batir récords de participación. Ahora, buscan avanzar con el proyecto Kratt, que impulsa la adopción de IA tanto en lo privado como en lo público, pudiendo ser utilizada para detectar incidentes en el tráfico y enviar a policía, conectar a solicitantes de empleo con puestos vacantes, optimizar el trabajo del parlamento estonio y hasta mejorar los servicios públicos digitales. Kratt no gobernará, pero ayudará a gestionar. 

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En paralelo, el partido político danés The Synthetic Party, fundado en 2022, es “liderado” por una inteligencia artificial llamada Leader Lars. La intención de quienes lo fundaron es representar a votantes que no se sienten representados actualmente. Con estos interactúa y, en base a eso, propone políticas públicas. 

Pero, ¿queremos que una inteligencia no humana tome decisiones humanas?. La biopolítica del experto Roberto Espósito intenta darnos una advertencia, sobre todo en su libro Comunidad, inmunidad y biopolítica (Editorial Herder, 2009), ya que “asumir como forma de mediación social una prótesis, un no-órgano, significa hacer frente al vacío con un vacío aún mayor”. Es decir, que frente a nuestros problemas no podemos pretender una solución no humana y fácil, ya que estas nuevas tecnologías, que no son ni buenas ni malas per se, sino que dependen de la racionalidad de poder en la que se insertan.  

Lo próximo podría ser la discusión entre un gobierno humano o uno artificial, un debate que parece de película y que solo nos enfrenta a la superficie de un problema y no al fondo. Las nuevas tecnologías pueden potenciar a la humanidad a un punto nunca antes visto, pero sin solucionar todas sus falencias; o también pueden impulsar al máximo los problemas extinguiendo todas sus virtudes.

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