Cómo está Milo, el niño sobreviviente a la tragedia de Villa Devoto

El nene de un año y medio, sobrevivió a la noche gélida en la cuál su familia perdió la vida, baja los efectos del monóxido de carbono.
Por: #BorderPeriodismo

El invierno de 2025 dejó una marca imborrable en Villa Devoto. En una noche gélida, la tragedia se coló en silencio por una casa cerrada herméticamente. El monóxido de carbono, invisible, inodoro, mortal, se llevó cinco vidas sin dar aviso: Graciela Just (74) y su esposo Demetrio De Nastchokine (79); su hijo Andrés (43); su pareja, la francesa Marie Lanane (42); y la hija de ambos, Elisa, de apenas cuatro años. Era una familia reunida tras un viaje desde Europa, buscando reconectar con los afectos, mostrar cuánto habían crecido los chicos, compartir una mesa, una charla, una risa.

Pero entre las paredes aún tibias, ocurrió lo inesperado: Milo, de tan solo un año y medio, resistió. Estaba en una habitación diferente, quizás mejor ventilada, y cuando los bomberos irrumpieron en la vivienda, hallaron un cuadro desolador… y una excepción milagrosa.

El tratamiento a Milo

Llevado de urgencia primero al Hospital Zubizarreta y luego al Gutiérrez, Milo fue tratado por una intoxicación severa. Necesitó oxígeno, monitoreo constante, y atención médica especializada. Contra todo pronóstico, sobrevivió. Hoy, a más de un mes del accidente, el bebé está dado de alta y bajo el cuidado provisorio de su tía paterna, en Pilar. Se alimenta bien, responde a estímulos, y aunque aún no puede hablar, ya dice con su cuerpo que está vivo, que está aquí.

Pero la vida de Milo no solo fue golpeada por la tragedia, también quedó atrapada entre jurisdicciones y decisiones complejas. Su mamá era francesa, él y su hermana nacieron en Europa, y su familia vivió entre Francia y España. Ahora, con su núcleo afectivo diezmado, surge una pregunta sin respuestas fáciles: ¿dónde crecerá Milo?

El Juzgado Civil N°102 le otorgó a su tía la guarda provisoria, priorizando su bienestar inmediato. Al mismo tiempo, los abuelos maternos y un tío viajaron desde Francia. Lejos de enfrentamientos, las dos ramas familiares iniciaron un diálogo. Todos entienden que el foco debe estar en él, no en los adultos, y buscan evitar un nuevo dolor: el de un litigio.

“El centro de vida de Milo ya no existe”, dice el abogado de la familia paterna, Sergio Dubove. Por eso, los próximos días serán cruciales. Si los familiares franceses logran presentar garantías sólidas y un entorno favorable, el niño podría mudarse a Europa. Pero la decisión no será simple. Involucra no solo al derecho argentino, sino también al internacional.

Las leyes son claras: el interés superior del niño debe guiar cada paso. Las emociones, los deseos personales, las nostalgias, todo queda en segundo plano. “Cada medida debe estar orientada a preservar su salud emocional y su desarrollo afectivo”, remarcan desde el entorno judicial.

Hoy Milo tiene brazos que lo sostienen, una cuna, juguetes, canciones de cuna, caricias. Tiene familia. Tiene futuro. Pero también lleva a cuestas una historia feroz. Será tarea de los adultos, desde su círculo íntimo hasta jueces y abogados,  asegurarse de que el peso de esa historia no aplaste su derecho a vivir, crecer, y ser feliz.

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