Deportados por Trump: abrazos, lágrimas y denuncias de racismo tras aterrizar en Ezeiza

La llegada a nuestro territorio fue durante la madrugada del jueves y los testimonios de los pasajeros son desgarradores.
Por: #BorderPeriodismo

A las 3:19 de la madrugada del jueves, un Boeing 767-300 de la empresa Omni Air International aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. A bordo venían diez ciudadanos argentinos deportados por el gobierno de Estados Unidos, en el marco de un operativo coordinado por Homeland Security. El vuelo, que hizo escalas en Bogotá y Belo Horizonte, marcó la primera vez que la compañía aérea extendió su ruta hasta Buenos Aires.

El reencuentro con sus familias fue íntimo y cargado de emoción. En la terminal privada del aeropuerto, los deportados salieron con paso lento, vestidos de gris claro y con bolsas blancas que contenían sus pertenencias. Algunos se abrazaron entre lágrimas, otros eligieron el silencio. Pero entre los que hablaron, hubo un mensaje común: “No somos criminales”.

“Nos partieron la vida en dos”

Uno de los testimonios más duros fue el de Matías García, quien emigró a Estados Unidos en 2001 y vivía allí con su esposa e hijos. “Tenía trabajo, seguro social, permiso vigente hasta 2030. Me detuvieron en un trámite migratorio por una orden de deportación de 2015 que jamás me notificaron”, relató. Según explicó, fue apartado por agentes tras finalizar el trámite de residencia familiar y trasladado a un centro de detención en Miami.

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“Están partiendo familias a la mitad. Hay cosas inverosímiles de las cuales se están agarrando para sacarse de encima a los inmigrantes”, dijo con la voz quebrada. Y agregó: “Esta gestión de Trump es una página negra dentro de la historia gloriosa de Estados Unidos. A los ojos de ellos, nosotros somos criminales”.

García, que dejó atrás a sus hijos y esposa en Florida, ahora enfrenta el desafío de reconstruir su vida en Argentina, país que dejó siendo apenas un joven de 20 años. Otro de los deportados fue Mario Robles, de 25 años, quien vive en México desde los 18. Fue detenido en Texas, cuando intentaba llegar a San Antonio. “No matamos ni violamos. Solo queremos estar con nuestras familias”, expresó. Según contó, le informaron que no podrá regresar a Estados Unidos durante cinco años. Su esposa y su hija quedaron en México.

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La mayoría de los deportados evitó hablar con la prensa, pero varios repitieron la misma frase al salir: “No somos criminales”. Algunos fueron trasladados en vehículos oficiales por no tener familiares en el lugar, mientras que otros pidieron que no se los fotografiara. “Solo queremos abrazarlo”, rogó una madre entre lágrimas.

Un operativo silencioso, una llegada cargada de tensión

El vuelo partió desde Texas, pasó por Luisiana, Bogotá y Belo Horizonte, donde dejó a un grupo de brasileños, antes de aterrizar en Ezeiza. El operativo se mantuvo en estricta reserva y no hubo refuerzo de seguridad adicional, según confirmó la Policía de Seguridad Aeroportuaria.

Desde Cancillería evitaron dar detalles por motivos de confidencialidad, aunque el embajador argentino en Washington, Alec Oxenford, aseguró que “se asistió con el cuidado que merecen todos los ciudadanos argentinos”. La llegada de los deportados se produce en el marco de una política migratoria endurecida por el gobierno de Donald Trump, que ha sido cuestionada por organismos de derechos humanos y por los propios afectados.

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