El 22 de agosto, la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte, fue escenario de un crimen brutal que sacudió a la comunidad local y reavivó el debate sobre salud mental, seguridad pública y abandono institucional. Iryna Zarutska, una joven refugiada ucraniana de 23 años, fue apuñalada en el cuello mientras viajaba en un tren ligero.
Las cámaras de seguridad del sistema de transporte público captaron el momento exacto del ataque. Iryna, vestida con el uniforme de la pizzería donde trabajaba, se sentó frente a Brown sin saber que sería su víctima. El agresor, con una sudadera roja, la observó durante minutos antes de sacar una navaja y apuñalarla en el cuello. No hubo palabras, ni discusión previa.
La palabra del asesino
En una llamada telefónica desde la cárcel, Brown confesó a su hermana que no conocía a Iryna. “Me lastimé la mano apuñalándola. Nunca le dije una palabra. Es aterrador, ¿no? ¿Por qué alguien haría eso sin motivo?”, expresó. Según su relato, creía que la joven le leía la mente y que unos “materiales” implantados en su cuerpo lo obligaban a actuar.
Brown fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide. Su familia asegura que intentaron internarlo en múltiples ocasiones, pero nunca lograron obtener tutela legal. Tras cumplir seis años de prisión por robo a mano armada, su salud mental se deterioró. En enero de 2025, fue arrestado por llamar al 911 alegando que tenía un chip en el cerebro. Un juez lo liberó bajo palabra.
En julio, un tribunal ordenó una evaluación forense para determinar su capacidad mental, pero el trámite no se completó antes del crimen. “Mi hermano no tendría que haber estado en la calle”, lamentó su hermana Tracey. “No justifico lo que hizo, pero estaba enfermo. Nadie lo ayudó, ni la familia ni el Estado”.
Cargos federales y pedido de pena de muerte
El Departamento de Justicia de EE.UU. presentó cargos federales contra Brown por cometer un acto mortal en un sistema de transporte masivo, delito que contempla cadena perpetua o pena de muerte. El presidente Donald Trump pidió públicamente la pena capital para el acusado, mientras que la familia de Brown solicitó clemencia y tratamiento psiquiátrico.
La alcaldesa de Charlotte, Vi Lyles, expresó su consternación y anunció refuerzos en la seguridad del transporte público. El secretario de Transporte, Sean Duffy, criticó la falta de protección y advirtió que “si los alcaldes no pueden mantener seguros los trenes, no merecen el dinero de los contribuyentes”.
El sueño truncado de Iryna
“Iryna había llegado a EE.UU. en 2022, huyendo de la guerra en Ucrania junto a su madre y hermanos Se había graduado en Synergy College de Kiev como artista y restauradora, y soñaba con convertirse en asistente veterinaria. En Charlotte, trabajaba en una pizzería, aprendía inglés y manejaba para ganar independencia. Su familia la describió como “una artista apasionada, de espíritu vibrante y con un amor profundo por los animales”.
El crimen dejó una herida abierta en la comunidad ucraniana y en quienes la conocieron. Pero también expuso una falla estructural: un sistema que no supo proteger a una joven que buscaba paz, ni contener a un hombre que pedía ayuda desesperadamente.