En plena vorágine preelectoral, la ministra de Seguridad no se anduvo con rodeos y arremetió contra las llamadas candidaturas testimoniales, un fenómeno que volvió a florecer en la antesala de los comicios de septiembre.
Con el anuncio de las listas, quedó expuesto que al menos 15 intendentes en ejercicio competirán por bancas legislativas. Lo hacen apenas dos años después de haber sido electos para conducir sus municipios, lo que inevitablemente abre la puerta a una disyuntiva: o abandonarán sus actuales cargos o nunca asumirán los nuevos. Ese cálculo, para Bullrich, tiene otro nombre: fraude.
La palabra que sobrevuela: fraude
“Estoy en contra de las candidaturas testimoniales. Si uno se presenta a una elección tiene que ser capaz de saber que tiene depositados una importante cantidad de votos (...), y hay que cumplir con eso”, afirmó este martes en una entrevista con LN+, fiel a su estilo directo, sin maquillaje.
Bullrich distinguió entre lo estratégico y lo desleal. Admitió que puede haber excepciones, como cuando un gobierno recién asumido necesita a alguien que fue electo para otra tarea. Pero su línea roja es clara: “Volver al mismo cargo es total y absolutamente un fraude. Hacerse concejal siendo intendente es como un fraude total”.
La ministra no apeló a tecnicismos ni se escondió tras cálculos electorales. Habló de representatividad como un contrato moral. “Es muy importante que aquel que se presenta a una candidatura lo haga porque quiere representar a aquel que lo votó”, remarcó. Y agregó: “Aquel que lo votó, lo vota con la convicción de que esa persona va a cumplir esa tarea”.
El golpe más filoso, sin embargo, vino con nombre y apellido. Recordó las elecciones de 2009, cuando Sergio Massa encabezó la lista del Frente para la Victoria en la provincia, pero no asumió la banca en Diputados. “Irse un día, como pasó en las testimoniales donde Massa era candidato en 2009, todos entraban y salían... Eso es un fraude”, sentenció.
En tiempos donde la política se mide tanto en votos como en gestos, Bullrich eligió hablarle al electorado descreído y al interno propio. Con un discurso cargado de crudeza, dejó una advertencia que va más allá del calendario electoral: el electorado puede perdonar errores, pero no sentirse usado.