CEA en primera persona: Cómo luché yo mismo hasta conocer mi diagnóstico de Asperger?

Me llamo Gonzalo tengo 26 años y a los 24 fui diagnosticado con Síndrome de Asperger. Una lucha contra la medicación facilista que terminé ganando.
Por: Gonzalo Sabatini

No encajar, no llegar, no poder. Esas palabras sonaron en mi cabeza desde que tengo uso de razón. En el primer lugar donde me sentí así fue en el jardín, adonde se dieron cuenta que yo no hacía las cosas que se esperaba que hiciera a esa edad.

Como tardar más tiempo en intentar comunicarme, tener poco contacto visual con los que me rodeaban o preferir juegos solitarios en los recreos (no porque no me gustaba estar con otros nenes como muchos suponen, sino por no saber cómo hacerlo). También, en esa época, notaban reacciones exageradas ante estímulos o rituales obsesivos para calmar la ansiedad, incomprensión de los dobles sentidos y chistes.

Ahí comenzó mi peregrinación por consultorios, terapias, siquiatras, psicólogos, neurólogos y, desde entonces, recuerdo la angustia que naturalmente se generó en el círculo familiar y el entorno. Es bastante feo sentir que vos sos el motivo de la angustia de los que más te quieren.

El diagnóstico que los médicos nos dieron era Déficit Atencional sin hiperactividad. Un veintena de médicos a los que pacientemente me llevaron mis papás repetían el diagnóstico al que asociaban la depresión que también sufría al sentirme incomprendido. Por esa razón, me medicaron desde la primaria y una parte de la secundaria.

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De más está contarles que en la escuela sufrí también mucho porque se trata de un sistema académico absolutamente arcaico que –con extrañas excepciones- fomenta la expulsión de todo aquel alumno que tenga algún tiempo distinto a la mayoría, alguna “dificultad”.

El sistema o te expulsa o te deja expuesto frente a tus compañeros como si vos fueras un impostor, pero afortunadamente conmigo no pudieron porque si hay algo que me caracteriza es mi buena educación, el respeto a la autoridad, el apego a las reglas y sentido de la responsabilidad. Así fue como terminé la secundaria e incluso ingresé a la universidad.

Ahí viví otro derrotero porque no acerté con mi vocación pero logré dar 16 materias de la Licenciatura en Relaciones Laborales de la UBA. Me costó mucho, reprobé varias materias y como no estaba logrando los objetivos en los tiempos que corresponden, volví a bajonearme.

Quería lo mismo que cualquiera de ustedes a los veinte años: estudiar, trabajar y salir al mundo de una vez por todas pero rebotada contra unas pastillas que no resolvían mi tristeza.

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Así que luego de enfrentar al equipo de médicos de un prestigioso centro neurológico que me pusieron casi entre la espada y la pared para medicarme, me dijeron que tenían una última alternativa y, de mala manera, me ofrecieron conocer al licenciado Matías Cadaveira (especialista en espectro autista).

No deberían haberme mandado a ver a un psicólogo antes de darme medicación?, pensé yo.

Y lo que parecía mi última liana fue mi puerta de salida.

Cuando lo conocí fue un cambio drástico porque al escuchar lo que sentía y me pasaba me dijo sin titubear vos lo me estás enunciando se correlaciona con el Síndrome de Asperger, aunque -de todas maneras- me hizo las evaluaciones diagnósticas que lo comprobaron y a partir de ahí fue poner en palabras algo que era abstracto y estorbaba mi calidad de vida.

O sea que, amigos, yendo a muy buenos centros de neurología, nadie en 24 años acertó en mi diagnóstico.

Tal vez, el dolor y la frustración que pasé fueron mi propia escuela para resistir y seguir buscando. Para no bajar los brazos incluso a pesar de mí mismo.

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Tener CEA (Condiciones del Espectro Autista) también presenta sus desafíos porque hay muchos prejuicios que hay que enfrentar: muchas veces nos sentimos invisibles ante los que nos rodean y muchos infieren que somos personas poco sociales o que no tenemos sentimientos cuando, por el contrario, como todo ser vivo, los tenemos pero los manifestamos de una forma poco común.

Tengo claro que nadie se siente triste porque sí y si vos estás pasando por algo como lo que te conté en esta nota quiero agregar esto:

  • Nunca dejes que nadie influya tanto en tus pensamientos que termine pensando por vos.
  • Confía en vos mismo porque lo único que nos va a salvar es ser individuos libres y críticos que buscan la verdad aunque el sistema se ponga en nuestra contra.
  • Ah, y si no sabes bien quien sos o qué te hace diferente de los demás, no te canses de buscarte a vos mismo. Porque, si no te buscas vos, quién lo va a hacer?
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