Cómo éramos pocos.. el intenso debate por los piropos

Por: #BorderPeriodismo

Hoy el piropo está en el centro de un insólito debate. Y la cosa se puso áspera. Pero, ¿desde cuándo el piropo se convirtió en “acoso callejero”? ¿Desde cuándo –mal que le pese a Mauricio Macri- una torpeza del tipo “qué lindo culo tenés” devino piropo? Más aún: ¿desde cuándo -en el país de las golpeadas, de las quemadas vivas- el “Mamitaaa” cobró semejante relevancia?

Por Quena Strauss

En el principio, fue una piedra. ¿Podrán creer? Una piedra coloradísima, símil rubí (el pyropus, o piedra de fuego) pero bastante menos cara, con la que los novios de la antigüedad (dicen) obsequiaban a sus novias. ¿Qué hacía entonces el novio o aspirante a novio que no tenía dinero? Le ofrecía a su amada un equivalente verbal. Una frase brillante, elogiosa. Una joya de palabras que, con el tiempo, pasó a llamarse “piropo”.

Por eso, como bien recuerda la psicóloga Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “el piropo es básicamente  una frase bienintencionada y original que un hombre dirige a una mujer.  Se trata de una frase breve, concisa, áspera, ingeniosa y con una cierta metáfora  y, a veces son sentencias humorísticas que devienen de forma espontánea, ante el paso de una mujer. El piropo es, entonces,  un halago que se olvida a los pocos minutos y cumple su papel de adulación”.

A muchas mujeres esa clase de abalorios discursivos les encantan. A mí, por ejemplo. Me gusta (quiero decir: no me molesta, no me insulta, no me hace sentir humillada, cosificada ni “vulnerada en mis derechos”) que alguno pase a mi lado y me dedique un “Qué diosa que sos”. El tema es que, evidentemente las mujeres no son un bloque, primero, y que no todos los piropos hacen realmente honor a su nombre, segundo. A menudo, la supuesta “galantería” es una barbaridad con todas las letras frente a la cual una mujer grande puede disparar otra haciendo juego (como en mi caso) y ante la que en una chica jovencita  puede, directamente, paralizarse del horror y del asco.

Sé lo que te digo: hace muchos, muchos años, yendo a una clase particular de inglés un tipo en bicicleta me dijo al pasar a mi lado una guarangada tal que todavía la recuerdo. Me quedé, literalmente, helada. Pero eso fue hace mucho. Hoy, ya con ese aplomo que dan la edad y los sucesivos “choques urbanos” en la calle y con los babosos nuestros de cada día, ya sé mejor qué hacer. Cómo lidiar y arremeter contra el enano Del Sel que tantos parecen llevar dentro. Porque, la verdad sea dicha, hay mucho tipo que de piropeador no tiene ni el nombre y que, en realidad, lo único que busca es expresar su frustración (y su odio) contra esa mujer con la que sabe desde el vamos que no tiene chance alguna. Pero eso nada tiene que ver con el piropo, claro.

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Justamente por eso, desde hace tiempo y en distintas parte del mundo se han iniciado acciones contra lo que han dado en denominar “acoso callejero”. Esto es, una  forma de violencia dirigida escencialmente a la mujer y que no tiene otro fin que incomodar, humillar, molestar. De hecho, hace algunos días (del 7 al 13 de abril) se llevó adelante la Semana Internacional contra el Acoso Callejero.  En ese marco, y a nivel local, el colectivo Acción respeto lanzó una campaña de afiches en la vía pública bajo la consigna “No quiero tu piropo, quiero tu respeto”. En los carteles podía leerse una “selección” de dichos a cual más asqueroso, desde “Mami, si te agarro te hago otro hijo” hasta “Con esas tetas, me salen dientes de leche nuevos”. El cierre era siempre el mismo: “Si te incomoda leerlo, imagínate escucharlo”.

Y entonces, Mauricio Macri y su proverbial sentido de la oportunidad llegaron a terminar de enrarecer el aire. Porque, frente a la campaña y en una insólita defensa del piropo que en realidad terminó de prenderlo fuego (al piropo, se entiende) no tuvo mejor idea que pronunciar la siguiente frase: “A todas las mujeres les gustan los piropos, así les digan ´¡Qué lindo culo que tenés!”. ¿A todas las mujeres? ¿Todos los piropos? ¿Así les digan qué lindo culo que tenés?

Más allá de este claro ejemplo de lo simple que pueden llegar a volverse las cosas de la mano de la generalización (¿de dónde saca el alcalde Buenos Aires, para comenzar, que –por caso- Juliana Awada y yo tenemos algo en común?), en la voz del funcionario resonó algo más sordo y más inquietante. Y es la idea de que, en definitiva, quienes más saben de las mujeres no son ellas mismas sino los otros. Los demás. Los que les dicen que sus culos son lindos, por ejemplo. Los que saben qué es realmente lo que ellas quieren escuchar.

Por otro lado, esa curiosa alquimia verbal que llevó a la máxima autoridad política porteña a fusionar el piropo con el ano es cualquier cosa, menos casual. De hecho, en su trabajo Los piropos ya no son lo que eran…De la seducción de la poesía a la banalización de la grosería, la psicoanalista Adriana Guraieb habla de este mismo corrimiento y dice que el ADN del piropo ha mutado. Así, habría pasado de ser una estrategia de acercamiento entre los sexos a convertirse en un método de agresión. Un modo –el más patético de todos, sin duda- de interactuar por segundos con una mujer que se sabe inaccesible y por eso mismo se agrede, a modo de estúpida venganza.

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“El piropo es una expresión verbal, popular que suele poseer un atractivo a los oídos y exalta la belleza de la mujer. Pero casi tendríamos que hablar en tiempo pasado ya que otras formas de seducción se van imponiendo en detrimento del piropo”, precisa. Y agrega que “en sí mismo, el piropo no es malo ni bueno; agradable, ni desagradable, lo que importa es la intención con que se haga y cómo se haga. Por eso hay varios tipos de piropos: pícaros, galantes, ofensivos y groseros. Estos últimos se caracterizan por su contenido vulgar y agresivo, su naturaleza erótica y su rasgo de no deseado”. Ergo, deja de ser un piropo en el momento mismo en el que pierde su rasgo de elogio y se vuelve, en realidad, insulto.

Evidentemente, es frente a esto ante lo que reacciona el colectivo feminista: frente a la patoteada camuflada de “romanticismo”, frente a bravuconadas que (especialmente cuando una es chica) pueden quitarle hasta las ganas de salir a la calle para no volver a exponerse a nuevos baldazos de quetetas, queculo, veniquetechupo et alia. Sin embargo, en el caso de las mujeres adultas, tal vez –sólo tal vez- sirva más preguntarnos cómo vamos a reaccionar frente a esa agresión. ¿Con silencio? ¿Con un insulto? ¿Pidiéndole a un Estado que no nos protege ni de los golpes, ni de las quemaduras, ni de las muertes contantes y sonantes, que sí nos cuide de las palabras agresivas? Algo me dice que la solución no pasa por ahí. Que, tal vez –sólo tal vez- más que salir a pegar afiches haya que salir (llegado el caso) a pegar cuatro gritos. Dejar de quedarnos calladas tiene un poder que a menudo ni siquiera imaginamos, porque es –justamente- romper con la lógica detrás de estos episodios, ésa que dice que el agresor se apodera de la palabra mientras la víctima guarda silencio. ¿Qué tal, entonces, si probamos otra cosa?

Por lo demás, asociar piropo con grosería es replicar el argumento macrista (que, no por casualidad, resuena a “machista”) y dar por sentado que la única manera posible de piropear es insultando. De allí lo falaz del eslogan “No quiero tu piropo. Quiero tu respeto”. Digo yo: ¿y si quiero los dos? ¿Y si –de nuevo, por aquello de que no todas las mujeres somos iguales- quiero que si a alguien le parezco linda me lo diga, y que además me respete? ¿Será mucho pedir? Mejor dicho: no será acaso un tanto reduccionista (por no hablar de un debate pavote) tener que elegir entre zalamerías y respeto? ¿Tan pobre cosa son las mujeres que no pueden aspirar a los dos?

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Más aún: ¿somos “traidoras al género” todas esas a las que nos gusta que nos piropeen por la calle? ¿Aceptar y sonreír frente a un “Hermosa” nos vuelve repudiables? Guraieb comenta al respecto algo interesante. Dice que la “experiencia piropo” mucho tienen que ver con quien recibe ese comentario y confirma que  “todo depende de la subjetividad y el concepto de femineidad que cada quien. De hecho, aun ante una grosería la reacción será diversa.  Habrá pues mujeres con menos prejuicios, menor resentimiento hacia el «sexo opuesto» y con una auroestima mejor plantada que –llegado el caso-  dejará pasar el dicho, mientras que otras se sentirán  ofendidas y humilladas por él. Del mismo modo, tampoco es lo mismo recibir un piropo grosero en la  pubertad que siendo una mujer con experiencia”, recalca.

Separemos, pues, el agua de la baba, el “Diosa” del “Vení que te hago cualquier cosa”. Piropo no es pues cualquier diarrea verbal emitida al paso de una mujer, sino algo mucho más complejo e infrecuente. Es un lance, un malabar mental que busca reconocer en voz alta lo que una chica o una señora tiene de bello o de diferente. ¿Qué el límite entre el elogio y el insulto suele difuminarse? Sin dudas. Porque, como bien explica Cruppi, desde el inicio su naturaleza es dual.

El antropólogo psicoanalista Alan Dundes señala que algunos piropos identifican a mujeres desconocidas con la pureza de la Virgen, y a otras con la pura habilidad sexual. Asegura que el piropo articula una fantasía masculina colectiva sobre la naturaleza de la mujer, que  la mira  como una mezcla  de virgen y de prostituta. Esta imagen incluye una fantasía sobre la pureza virginal de la mujer ideal y de su reflejo opuesto: la visión de la mujer como prostituta. Esto es  lo que da al piropo su naturaleza paradójica”, concluye.

Para saber más:

http://www.infobae.com/2014/04/20/1558471-en-filosofia-y-letras-protestan-desnudos-contra-el-acoso-callejero

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140424_sociedad_argentina_piropos_acoso_polemica_irm.shtml

https://www.facebook.com/AccionRespeto

http://www.telam.com.ar/notas/201404/60768-malena-pichot-macri-piropos.html

 

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