El Tribunal Oral en lo Criminal N°4 de San Isidro condenó a prisión perpetua a Rosalía Soledad Paniagua por el homicidio del ingeniero Roberto Wolfenson, ocurrido el 22 de febrero de 2024 en un country de Pilar.
Durante el juicio, la defensa intentó sostener que la acusada “tuvo dolo de robar, pero no de matar” y que el crimen se produjo luego de que Wolfenson la descubriera. Pidieron que se la condenara por “homicidio en ocasión de robo”, un delito con penas de entre 8 y 25 años. Sin embargo, el tribunal consideró probado que Paniagua actuó con la intención de asesinar al ingeniero.
La fiscalía reconstruyó que la mujer, quien cumplía su último día como empleada de reemplazo en la casa, intentó robar objetos de valor y fue sorprendida por la víctima. En ese momento, según la acusación, utilizó una soga o un lazo para estrangularlo. Las cámaras de seguridad resultaron clave: registraron a Paniagua guardando en su mochila un celular, un parlante bluetooth y un candelabro.
El crimen y la investigación
El asesinato fue descubierto el 23 de febrero de 2024, cuando el profesor de piano de Wolfenson llegó para darle clases y no obtuvo respuesta. Horas más tarde, la policía encontró el cuerpo en una de las habitaciones de la vivienda. La autopsia reveló hematomas en manos y brazos, cortes en el rostro y una herida profunda en la zona cervical. Los investigadores determinaron que todas las lesiones se produjeron durante el ataque y que la víctima intentó defenderse con fuerza.
Los peritos confirmaron que el lazo utilizado para estrangularlo también causó parte de las lesiones. El cuerpo no fue movido tras el crimen y la muerte ocurrió poco después de las 13 de ese mismo 22 de febrero.
La investigación estuvo a cargo de la Fiscalía N°4 de Pilar, liderada por Germán Camafreita, y derivó además en una causa paralela contra el médico legista Marcelo Rodríguez y un profesional de la empresa Vittal. Ambos habían concluido inicialmente que Wolfenson murió por un ataque cardíaco, lo que llevó a una incorrecta preservación de la escena del crimen. La forense Silvina Aguirre corrigió esa evaluación al detectar signos evidentes de defensa y estrangulamiento.



