Crisis silenciosa en los cuarteles: casi 19 mil militares dejaron las Fuerzas Armadas en menos de dos años

Informe y preocupación: la vocación se erosiona en silencio, mientras los cuarteles se vacían y el Estado no responde.
Por: #BorderPeriodismo

La deserción masiva en las Fuerzas Armadas argentinas se convirtió en una señal de alarma institucional. Desde diciembre de 2023, cuando asumió Javier Milei, 18.659 efectivos solicitaron la baja. La cifra, revelada por el jefe de Gabinete Guillermo Francos en un informe oficial ante Diputados, expone un deterioro profundo: salarios que no alcanzan, falta de equipamiento, condiciones laborales precarias y una vocación militar que se desvanece.

El Ejército fue el más golpeado, con 14.614 bajas, seguido por la Fuerza Aérea (2.971) y la Armada (1.074). El grueso de las salidas corresponde a soldados voluntarios, que representan más del 80% del total. En los cuarteles advierten que los egresos de los institutos de formación no alcanzan para compensar las pérdidas. Hoy, las Fuerzas Armadas cuentan con unos 83.000 efectivos, pero la rotación y el desgaste son cada vez más difíciles de sostener.

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Sueldos por debajo de la línea de pobreza

La situación salarial es uno de los principales factores de desmotivación. Un capitán o teniente de navío cobra alrededor de $1.109.913, mientras que un subteniente o alférez apenas supera los $800.000. Entre los suboficiales, los haberes oscilan entre $765.000 y $850.000. En muchos casos, los ingresos están por debajo de la línea de pobreza, que en agosto fue de $1.160.780 para una familia tipo.

La comparación con el sector civil es brutal: un cabo enfermero en un hospital militar gana $500.000, pero al día siguiente de pedir la baja puede duplicar su salario en una clínica privada. Las policías locales de Buenos Aires y Córdoba también reclutan militares jóvenes, ofreciéndoles mejores sueldos, reconocimiento de antigüedad y cobertura médica más completa.

La crisis de Losfa, la obra social de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, agrava el panorama. Con una deuda de $210.000 millones y prestaciones suspendidas en varios distritos, muchos afiliados se ven obligados a pagar de su bolsillo servicios básicos. La falta de cobertura médica es otro de los motivos que empujan a los efectivos a abandonar la carrera militar.

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Más allá del salario, el estilo de vida militar también está en jaque. Los constantes traslados impiden que los cónyuges mantengan empleos estables, lo que obliga a sostener el hogar con un solo ingreso. La falta de estímulos profesionales, el desgaste emocional y la precariedad del equipamiento completan el cuadro.

En los ejercicios de entrenamiento, todavía se utilizan fusiles FAL de la guerra de Malvinas, sin accesorios modernos. Los morteros pesados pasan años sin recibir municiones, y los sistemas de artillería apenas cuentan con proyectiles para una práctica anual. “La vocación se pierde cuando no hay condiciones para ejercerla”, resume un oficial en actividad.

Desde sectores cercanos a la conducción castrense relativizan las cifras, argumentando que muchas bajas corresponden a retiros por antigüedad. Pero en los cuarteles, la preocupación es real. “No es nuevo, pero nunca fue tan grave”, advierte un general. La promesa de equiparar los haberes con las fuerzas de seguridad sigue sin cumplirse, y el deterioro se acelera.

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