Carlos Garzón Vergara, consultor de las Naciones Unidas en materia de narcotráfico, conversó con Border sobre la situación de Argentina. Y las noticias no son las mejores.
Hace algunas semanas, invitado por la Universidad Di Tella, visitó nuestro país Juan Carlos Garzón Vergara, experto en economía criminal y política de drogas. Investigador del Woodrow Wilson Center, en Washington, además de asesor en el tema del Ministerio de Justicia y Derecho de Colombia, dio una charla en la Fundación Ebert y Border–junto a media docena de los más importantes del país- estuvo allí.
¿Qué es lo que dijo el especialista? Habló, en primer lugar, de un reacomodamiento en el mapa internacional de la producción, distribución y consumo de drogas que también se refleja en nuestro país. De hecho, precisó, “la presencia del narcotráfico en Argentina es de larga data pero de otro estilo. Los narcotraficantes colombianos en varias ocasiones estuvieron en la Argentina y de hecho hay investigaciones judiciales que muestran que Argentina servía para pasar temporadas sin persecución policial y lavar dinero. Esa era la función de la Argentina hace unos años”.
Ahora, en cambio, y en medio de un proceso de “reorganización” de las organizaciones criminales a nivel regional, su rol hoy parecería ser otro. Vergara lo explica en términos de “diáspora criminal”. Esto es: frente a la persecución por parte de los estados, las organizaciones y capos más reconocidos optan por migrar. “En Estados Unidos hay un académico que habla directamente del Efecto Cucaracha. Esto es: al igual que las cucarachas cuando en una cocina se toman medidas en su contra, también los narcos se trasladan cuando las condiciones originales de su lugar se modifican”, detalla.
Pero no sólo eso explica el aumento de visibilidad y la capacidad de acción del narco hoy en Argentina. Para Vergara, la caída del consumo de cocaína en una plaza tradicionalmente tan importante como Estados Unidos también jugó un rol central. “La política de persecución ha tenido como efecto que, desde 2006, el consumo haya venido cayendo, mientras que los precios se dispararon. Por eso, hoy se necesita abrir nuevos mercados pero también nuevos negocios”, dice.
La escalada de precios (directamente derivada del aumento en las dificultadas para hacer entrar la droga a lugares como Europa o los Estados Unidos) ha dado también lugar al surgimiento de nuevos actores en este escenario. Hoy, el centro de atención lo ocupan los carteles mexicanos y de hecho para el especialista (que de hecho ha recorrido varios países de América Latina para analizar la cuestión), “en este momento la situación en México está muchísimo más descontrolada de lo que alguna vez lo estuvo en Colombia”.
“Por lo demás, aquello de los grandes capos colombianos ya es pasado. Hoy, esos capos ya no están en Colombia y de hecho las últimas capturas (incluyendo la de Mi Sangre, en Argentina) han sido todas de mandos medios y en países como Bolivia, Perú o Venezuela”, detalla.
Detrás de todo esto no hay, asegura, tanto de voluntad de expansión como de deseo de supervivencia: acotado el acceso a los grandes destinos internacionales, lo que hoy busca el narco es sobrevivir en los llamados “mercados locales” vendiéndole a un público empobrecido ( y por lo general joven y marginal) cocaína de muy baja calidad, a menudo “cortada”, “rendida” o “estirada” con vidrio molido, tiza, talco y hasta veneno de ratas, según demostrara hace algun tiempo un documento del Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires.
“Pensemos esto: la región produce por año 700 toneladas de cocaína, de las cuales cerca de 300 son consumidas en USA. En mercado interno colombiano, en cambio, demanda sólo 2 toneladas pero no sólo porque hay menos consumidores sino porque lo que allí se vende es básicamente el “basuco” (pasta base), en unas papeletas muy baratas y similares al paco que se vende aquí en Argentina. Lo que claramente ha habido es una expansión de los mercados locales”.
La entrada al negocio de los mexicanos, por otra parte, terminó de alterar lo que hasta ese momento había sido una geografía clara para los delincuentes. “De hecho, en varias entrevistas hechas con narcotraficantes colombianos, ellos hablan de que han cambiado las condiciones de juego, que les suben los costos para pasar la cocaína hacia los Estados Unidos. Eso tiene que ver con que los mexicanos empiezan a tomar el control y fuerzan a los colombianos a tomar otras rutas, como la del sur, que va por Africa, busca nuevos mercados y abastece lo que ya está. Y en ese nuevos mapa de rutas es que entra Argentina, que es parte de ese nuevo corredor”.
¿En calidad de qué? Gran pregunta, porque aquel mito de que el nuestro era sólo un país de tránsito parece haber comenzado a caerse a pedazos. En parte, dice el analista, “porque antes había una tendencia a que la coca saliera refinada de origen, ahora ya no. La tendencia es terminar de refinar donde se va a vender. Ahora los narcotraficantes están poniendo las cocinas en otros lados y eso abre toda otra discusión acerca de si se produce o no droga en otros lugares. Y la verdad es que sí; hoy la etapa de producción se termina en la Argentina”, destaca.