El príncipe Andrés de York anunció su dimisión definitiva a todos su títulos y distinciones reales. Se trata del tercer hijo de la reina Isabel II y uno de los miembros más controvertidos de la familia real británica. Con esta decisión, le puso fin a una larga etapa de polémicas que impactaron sobre la monarquía en los últimos años. Según fuentes oficiales, de York consensuó esta definición con el rey Carlos III.
Pese a la renuncia, el príncipe de 65 años volvió a declarar que es inocente en las denuncias por agresión sexual y por sus presuntos vínculos con el empresario estadounidense Jeffrey Epstein, condenado por tráfico sexual de menores. "Niego rotundamente las acusaciones", expresó en un mismo comunicado.
De acuerdo a la información del diario The Times, su hermano, el Rey Carlos III, había pensado en quitarle los títulos, si él no se negaba a los mismos. Para eso, el monarca habría requerido de la aprobación del Parlamento británico, cosa que no fue necesaria por el paso voluntario de Andrés.
Cómo fue su declive público
La caída de la imagen del príncipe comenzó en 2019, luego de que brindó una entrevista en la televisión para defenderse de las sospechas que lo relacionaban con Epstein. Esa aparición televisiva generó muchísimas críticas y, después, derivó en su retiro de la vida pública.
En 2020, su madre, la reina Isabel II, lo despojó de sus patrocinios militares y lo apartó de las funciones oficiales. Pero, el golpe más duro llegó en enero de 2022.
En ese momento, un tribunal de Estados Unidos rechazó su solicitud para desestimar la demanda civil presentada por Virginia Giuffre, quien lo acusó de agresión sexual cuando era menor de edad.
Un tiempo después, Andrés llegó a un acuerdo económico extrajudicial con la denunciante, cuyo monto nunca se reveló. Y aunque esa resolución judicial finalizó el proceso, no limpió su reputación ni disminuyó la presión mediática.
Desde ese momento, el príncipe estuvo apartado de la vida institucional. Solo participó en reuniones familiares y algunos actos privados. Su renuncia definitiva a los títulos, como el de duque de York y el de caballero de la Orden de la Jarretera, simboliza ahora su desvinculación total de la corona británica.
