En 2008 escribí esto para defender a una chica apodada Cumbio, que de un día para el otro, saltó a la TV por su fama en las redes sociales. Los adultos le pegaron en todos lados, pero primero la usaron. La TV tiene un método que consiste en un perverso loop: te invita a sus livings y después te destroza. Es siempre el mismo juego que se repite una y otra vez. Pero el límite se va corriendo. A la critica y tipica chanza ahora hay que sumarle un ingrediente más: la agresividad y la discriminación racial (que seguramente no será sancionada por el AFSCA).
En un informe en el programa Duro de Domar se burlaron de los youtubers, del fenómeno que provocan y de los cientos de miles de chicos que los ven online en YouTube y van a los teatros. Se burlaron porque supuestamente estos chicos youtubers no dicen ni hacen nada interesante. (Como si ellos en DDD sí). En el informe incluso llegaron a cargar a un chico que pronunciaba mal el inglés. Decía “yutú” en vez de “iutiub”. El chico era de alguna provincia, seguramente norteña por su acento. Pero los productoras piolas de Duro de Domar, que descuento que saben perfecto inglés, se burlaron de él porque no pronunciaba bien la palabra YouTube.
Se burlaban también porque los jóvenes no se expresaron bien en cámara cuando los noteros de noticieros les preguntaban por qué les gusta tanto los youtubers. Muy lejos de poder comprender cualquier fenómeno juvenil,Mariano Hamilton, ex periodista de Clarín y actual panelista de DDD, repitió varias veces que estos chicos hacían “estupideces” y que “había un negocio detrás de estos chicos”. Su “análisis” quedó trabado ahí. Su pensamiento fue idéntico al de Chiche Gelblung, que en su programa dijo que “esto (los youtubers) es parte de la cultura idiota”.
Vean uno de los informes en DDD:
El único que intentó poner un poco de sensatez en medio de toda esa catarata de gastes y agresiones fue el panelista Matías Castañeda, que esgrimió un argumento interesante. Quiso explicar que el fenómeno youtuber era interesante porque, entre otras cosas, saltea la intermediación de las grandes empresas y es consumido directamente por las audiencias. Y que para entender ese nuevo formato (con sus códigos y estéticas propios), primero, hay que saber de qué se trata. Fue inútil. Su voz quedó tapada por gritos, sonidos grabados desde el control, aplausos, música y la voz de Petinatto y el resto de los panelistas.
La TV se ocupa de “los jóvenes” únicamente de dos maneras: como genios o como idiotas. Destacan cuando un chico de 15 años crea un software que se usa en la NASA o cuando alguno gana un premio internacional de matemáticas. Y como idiotas cuando, de vez en cuando, ocurren estos fenómenos de idolatría, supuestamente inexplicables para el mundo adulto. Pero no son fenómenos inexplicables, solo que ELLOS no pueden comprenderlos ni cuentan con los elementos necesarios para explicarlos con una mirada sociológica más profunda.
La generalización superficial y barata de “los jóvenes” en la TV no es nueva, pero escala cada vez más alto. Además es falsa porque cualquiera que se dedique a estudiar la cultura pop y su nacimiento en las décadas del 50 y 60 sabrá que los fans son un producto creado y alimentado por la misma industria. Es muy snob creer que las chicas de 16 y 17 años que en el `64 gritaban como locas por Lennon y McCartney eran diferentes a las chicas actuales. Primero porque cuando les gritaban a Los Beatles, la banda todavía no eran la banda que después terminó siendo (en plena beatlemanía recién habían lanzado uno o dos discos). Y segundo porque esas chicas no les gritaban por su música, ni por sus buenos acordes, ni sus letras. Les gritaban porque eran símbolos sexuales y sus ídolos de ese momento. Años después les gritarían a The Polices, a U2, a Menudo, a Soda Stereo, a Ricky Martin, a New Kids on the Block, a Justin Bieber y a quien sea que esté en ese momento en la vidriera de la industria musical. Los adolescentes son así y está bien que sean así. ¿Qué debe hacer una chica de 15 años? Porque es la edad de ebullición y búsqueda para hacer eso. ¿Por qué y para qué bardearlos? ¿Desde qué lugar de superioridad hacerlo?
Los adultos no sabemos cómo hacer un mundo mejor pero nos reímos de los chicos de 13 y 14 años. Nos mofamos de ellos, como si salieran de un repollo o hayan venido al mundo desde Plutón. En Duro de Domar, un programa que opera políticamente para el poder de turno y critican o elogian según las órdenes que reciben desde el control, son tan pistolas y cancheros como para cargar frente a miles de personas a cuatro adolescentes que, encima, no se pueden defender.
La historia se repite.