La Fiscalía de Instrucción de Delitos contra la Integridad Sexual, a cargo de Juan Ávila Echenique, definió elevar a juicio a Gabriela Nahir Fernández, una reclusa que se autopercibe mujer y está acusada de violar a compañeras de pabellón.
De acuerdo con la Justicia, la detenida llegó desde una cárcel de hombres al penal de mujeres de Bouwer, ya que se autopercibía como tal. Una vez allí, Fernández violó a otras siete presas, llegando a embarazar a una de ellas y provocó el contagio de sífilis en otras.
De qué se la acusa y cómo fueron los hechos
Tras comprobarse esos delitos dentro del nuevo complejo penitenciario Fernández fue acusada como “probable autora penalmente responsable de los delitos de abuso sexual simple reiterado (dos hechos) en concurso real con abuso sexual gravemente ultrajante continuado en perjuicio de siete detenidas, calificado por el conocimiento de ser portadora de una enfermedad de transmisión sexual grave”.
Además, la Fiscalía la considera “coautora de abuso sexual con acceso carnal por la introducción de objetos análogos, calificado por el número de autores”. En ese punto, los investigadores pudieron comprobar que durante los ultrajes habría estado acompañada por otras dos presas. Además, para cometer los abusos habría utilizado algún elemento para atemorizar a sus víctimas, por lo que se suma la figura de “uso de arma en grado de tentativa”, agravando su situación.
Junto a Fernández, están acusadas dos compañeras del penal que fueron identificadas como Ingrid Roxana Florindo y Rocío Belén Montoya. Ambas son señaladas como “probables coautoras penalmente responsables de los delitos de abuso sexual con acceso carnal por la introducción de objetos análogos”.
El dato que llama la atención de los investigadores que es Fernández ingresó al penal cordobés como hombre en 2016 tras ser condenado en ese momento por violencia de género en contra de su entonces esposa.
Ya dentro del establecimiento carcelario, modificó su identidad de género y adoptó el nombre Gabriela Nahir Fernández, por lo que solicitó su traslado a un penal de mujeres, pedido que finalmente fue concedido dos años más tarde.
Una vez integrada en la nueva prisión, Fernández se ganó la confianza de sus compañeras de pabellón, a la que violó, embarazando a una de ellas y contagiando enfermedades de transmisión sexual a otras.