A dos días del inicio del juicio por jurados contra el clan Sena y sus colaboradores por el femicidio de Cecilia Strzyzowski, su madre, Gloria Romero, regresa a Chaco con una mezcla de dolor, determinación y memoria intacta. “Estoy como se puede”, dice, mientras prepara su bolso para volver a la provincia que dejó hace dos años, tras vender su casa y marcharse con una mochila al hombro.

Aunque el juicio está previsto hasta el 20 de noviembre, Gloria planea quedarse solo hasta el 7. No se alojará en la casa de Mercedes, la mujer que la crió y tía abuela de Cecilia, porque allí están las pertenencias de su hija, incluso sus perros. “No puedo. Es demasiado”, confiesa. La acompaña Ángela, su otra hija, quien decidió llevársela de Chaco en 2023 para protegerla del hostigamiento en redes sociales. Ambas, junto a Mercedes, viven bajo custodia permanente. “Los Sena dijeron que si les daban perpetua se iban a encargar de mi otra hija”, denuncia Gloria.

El juicio

Durante el juicio, será la primera testigo en declarar. Pidió no cruzarse con Emerenciano Sena ni Marcela Acuña: “Nunca les vi la cara y no pienso hacerlo ahora. Me va a reventar la psiquis”.

Gloria revive el último abrazo con Cecilia como si el tiempo no hubiera pasado: “Fue el 31 de mayo. Estaba estrenando un buzo rosa. Metí la mano por debajo para tocar la felpita. Me dijo que me iba a regalar uno igual. Todavía puedo sentirle el perfume”. De ese buzo solo quedó un fragmento calcinado. También conserva un mechón de cabello de cuando Cecilia era adolescente. “No sé cómo la mataron. Si fue rápido, si la torturaron… No me dejaron nada”.

Hoy vive en El Bolsón, Río Negro, tras pasar por Cushamen, Chubut, donde sufrió un cuadro de hipotermia por falta de calefacción. Ahora sueña con abrir un gabinete de cosmetología. “Me gustaría vivir de eso”, dice.

A pesar de las amenazas, el juicio y el dolor, Gloria se aferra a una imagen: Cecilia vestida de blanco, con alas y corona, abrazando a su hermana en un pesebre navideño. “Así quiero que la recuerden. Como nuestro ángel protector”.

Dos años después del crimen, y a horas de que un jurado escuche por primera vez toda la historia, Gloria vuelve a Chaco no solo como madre, sino como testigo, querellante y símbolo de una lucha que no cesa. Porque, como ella misma dice, “sin perpetua no hay justicia”.