“¿Qué voy a estar tranquila con el enfermo de mierda este? Mi mamá está con un ataque de locura, mi hermana también y a mi papá le agarró un infarto. Ojalá que se termine colgando porque no pienso hacer nada por él”.
Cuando Alejandra se enteró por los televisores de General Pinto que su hermano había quedado detenido tras intentar entrar a la Casa Rosada con un revólver magnum Taurus calibre 44 lo primero que hizo fue gritar. Después empezó a responder los mensajes que le preguntaban si era verdad lo que los periodistas decían en televisión y entonces envió un audio de WhatsApp que pocas horas más tarde sería el único tema de conversación en el pueblo.
Francisco Ariel Muñiz, de 36 años, se había convertido cerca de las 10 en la primera de una serie de amenazas que incomodaron el lunes 13 de mayo a la seguridad nacional en cuestión de horas. Después del hombre que había intentado pedir una audiencia con el Presidente Mauricio Macri a fuerza de pistola, llegaron las amenazas de bomba al Congreso de la Nación, a las estaciones de trenes de Constitución y Retiro y a la misma Casa Rosada.
Desde el Gobierno difundieron rápidamente informaciones contradictorias. Por un lado, desde Seguridad aseguraron que Muñiz era un militante del PRO en General Pinto, pero al mismo tiempo la Policía de la Ciudad contó que era un artesano que visitaba con frecuencia la Casa Rosada.
Horas más tarde, en conferencia de prensa, el secretario general de la Presidencia Fernando de Andreis relató que Muñiz se acercó al vallado y aseguró que tenía una audiencia pactada con el presidente Mauricio Macri. Cuando la seguridad se la negó, el hombre tiró una valija en el patio de entrada y corrió para escapar hasta que la policía lo atrapó en la boca del subte en Balcarce e Hipólito Irigoyen.
“Dijo que quería llamar la atención porque había pedido ya varias entrevistas y no había pasado nada“, relató la ministra de Seguridad Patricia Bullrich sobre el hombre que ahora está detenido e incomunicado en la Alcaldía de la Ciudad, a disposición del juez Ariel Lijo, que ya dispuso varias medidas para chequear la identidad del apresado y evaluar su estado psíquico.
UNA NOCHE DE VIAJE CON UNA MAGNUM
#BORDER pudo reconstruir qué hizo Francisco Ariel Muñiz las horas anteriores a arrojar un arma en el patio de Balcarce 50. El domingo 12 de mayo había comprado un pasaje de colectivo hacia Lincoln que después lo llevaría a Buenos Aires. Lo hizo antes de atender La Vieja Salsa, la pizzería que abrió hace seis meses en Aristides Blanco y General Mitre.
Después de cerrar el local, Múñiz viajó en el asiento 6 de la empresa La Estrella a las 00:50 del lunes 13 hacia Lincoln. Desde ahí, a las 02:30 salió en otro colectivo y llegó pasadas las 08:00 a Retiro, en la Ciudad de Buenos Aires.
Horas antes se lo había relatado a una persona cercana vía WhatsApp:
“Tomé la decisión de viajar a Buenos Aires. Ya tengo los pasajes, digamos el pasaje de ida, pero primero tengo que viajar a Lincoln. El de vuelta aún no lo tengo. Veré con qué me encuentro mañana. Trataré de resolver algunos asuntos. Llevarle dinero a mi hija. Te escribo a la vuelta. Por ahora es lo único que te puedo decir”.
Roberto Maruri es concejal del PRO en General Pinto y estuvo con Muñiz cerca de las 20 cuando pasó por el local para comprar una pizza. “La obsesión de él era tener un trabajo que le permitiera pasarle plata todos los meses a la madre de su hija y poder ver a la nena“, cuenta por teléfono y desmiente que le haya comentado algún plan de viajar a Buenos Aires a pedirle una audiencia al presidente Macri.
“Es un chico educado, nunca levanta la voz. Es inimaginable que hiciera algo así”, asegura Maruri que compartió espacio político con Muñiz en 2017, cuando intentó postularse como candidato del PRO como consejero escolar suplente de la ciudad de General Pinto, Provincia de Buenos Aires. Maruri agrega que “fue un montón de veces a pedir una audiencia con Mauricio Macri, pero nunca tuvo suerte”.
Cerca de las 9, ya en Buenos Aires, Muñiz se presentó ante las puertas de Balcarce 50 y pidió la audiencia con el presidente. Minutos después quedó detenido.
“UNA PERSONA QUE NO ESTÁ EN SUS CABALES”
“Que se haga cargo del delito que cometió. El Presidente no le va a solucionar lo intrafamiliar. Que se haga ver. Soy dura, pero nos cagó la vida”, dice a #BORDER su hermana Alejandra, presente en el allanamiento que ordenó el juez Ariel Lijo la noche del lunes 13 en la pizzería familiar de General Pinto.
Carlos Ávalos es un policía retirado y ahora un comerciante que tiene su local a una cuadra de la pizzería de Francisco Muñiz. “Nos sorprendió a todos que sea un chivo agresivo”, asegura el vecino de General Pinto. Además de su hermana Alejandra, Muñiz tiene dos hermanos más, Horacio y Daniela.
Muñiz vive con su mamá Olga Serio, empleada de la municipalidad de General Pinto, en otro de los domicilios allanados en Mitre 1012. “Mi madre no tenía ni idea de que él viajaba a Buenos Aires”, asegura Alejandra que regresó al hogar para contener a Olga, pero que hace un año que no se comunica con su hermano porque “es una persona que no está en sus cabales”.