Luego de una fuerte lucha, lograron más cupo para mujeres en la línea Sarmiento. Pertenecen a la Unión Ferroviaria y de la mano de Mónica Schlottauer ahora van por más: quieren ser maquinistas. De fondo, resistencias y prejuicios.
Parecía que había discusiones saldadas, que en tiempos de presidenta, INADI y #Niunamenos, los lugares comunes de la discriminación entre hombres y mujeres empezaban a desintegrarse. Pero no parece todo tan despejado para las trabajadoras de la línea Sarmiento, unidas en la agrupación “Mujer Bonita es la que lucha”, de la Lista Bordó de la Unión Ferroviaria, que empezaron a hacer ruido para decir: -Che, esperen, nosotras también podemos manejar las máquinas. Y tenemos el derecho-.
El de la Fraternidad es uno de los primeros sindicatos del país. Se creó en 1887. Hasta el momento, las ferroviarias habían conseguido aumentar los cupos para incluir trabajadoras, y lograr otros espacios como ser banderilleras, guardas, y no estar limitadas sólo al sector de limpieza, pero las chicas fueron por más y cuando plantearon que era hora de ocupar ese puesto que llaman “motorman” , se encontraron con bicicleteos, excusas, y comentarios que repiten como eco arcaico cosas como: “este trabajo no es para mujeres”, o “no pueden tener el puesto, pero lo hacemos para protegerlas” o, como dijo Horacio Caminos, de La Fraternidad, al diario La Nación: “En el Sarmiento, por ejemplo, las vías están abiertas por la falta de inversiones y las desgracias son frecuentes en pasos a nivel. Entonces, si una chica embarazada ocasionara el arrollamiento de un peatón o de un automóvil, ¿cómo la afectaría?». Sobre esa supuesta “sentimentalidad” que destrozaría a las mujeres si conducen la máquina que atropella a alguien, Schlottauer dice: “Las banderilleras son las que ven accidentes, y cuando el maquinista se va, ellas se quedan frente a los pedazos. No estamos hablando de discusiones entre curanderos, para la ciencia, no hay diferencia de género frente a situaciones traumáticas”.
La línea de tiempo de este reclamo empieza con el pedido del 17 de julio, cuando fueron en grupo a Sofse (la empresa estatal a cargo) para pedir que se termine con la discriminación laboral. Las chicas, unas veinte, presentaron su queja y solicitudes individuales para ser maquinistas y no tuvieron respuestas claras. El 7 de agosto, se reunieron con dirigentes de La Fraternidad, que representan a los maquinistas, para pedir que se terminara con lo que llamaron “machismo cavernícola”. Ellos dijeron que no se oponían y tiraron la pelota para el otro lado de la cancha. En el medio, ellas siguen pidiendo definiciones. Y ahora que se empieza a instalar el tema, las frases hechas del tipo “¿Para qué quieren manejar el tren?” y demás se empiezan a repetir. “Que si entran es un cogedero”, “que seguro van a seducir a los jefes…” son algunas de las cosas que escuchan las ferroviarias. “De fondo, discutís contra eso – dice Schlottauer- Cuando empezamos a pedir el cupo femenino, y ahora, que pedimos ser maquinistas, las compañeras escuchan muchos comentarios de ese tipo. Seguimos ocupando el lugar de la bruja, de la puta. Luchamos contra eso”.
No poder acceder al puesto de maquinista, además, es no poder acceder a uno de los puestos mejores pagos en el gremio. Esto genera una brecha salarial y una barrera que, hasta el momento, las mujeres no pueden pasar. El de las ferroviarias no es el único sector en el que existen desigualdades. De hecho, el informe sobre Igualdad en el Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo dice que las mujeres ganan entre un 70 y un 90 % menos que los hombres y “siguen siendo víctimas de la discriminación en casi todos los aspectos del empleo”. “Queremos igualdad; no privilegios –dice Schlottauer-. Después, cada una elige si quiere acceder al cargo. Hay mujeres astronautas ¿por qué no puede haber maquinistas”. Las leyes están. Lo que quizá todavía no cambia en su totalidad es el cimiento.