En una ceremonia cargada de simbolismo y tensión política, el Premio Nobel de la Paz 2025 fue entregado hoy en Oslo, Noruega, a la líder opositora venezolana María Corina Machado. Sin embargo, la propia galardonada no pudo estar presente: su condición de perseguida por el régimen de Nicolás Maduro, que la mantiene en la clandestinidad desde principios de 2024, le impidió estar físicamente.
En su lugar, la distinción fue recibida por su hija, Ana Corina Sosa Machado, quien se convirtió en la voz de su madre ante la comunidad internacional, en un acto que contó con la presencia de líderes mundiales, incluyendo al presidente argentino Javier Milei.
Un llamado a la acción cívica y personal
El corazón del discurso de Machado, difundido por la cuenta oficial de los Premios Nobel en X (@TheNobelPrice), se centró en la responsabilidad individual en la construcción de la libertad.
En palabras pronunciadas por su hija, la Premio Nobel enfatizó: “La libertad no es algo que esperamos, sino algo en lo que nos convertimos. Es una elección personal y deliberada, y la suma de esas decisiones conforma el espíritu cívico que debe renovarse cada día.”
Este mensaje resonó como un llamado directo a la resistencia y a la perseverancia del pueblo venezolano, que continúa bajo el yugo de un régimen autoritario. El discurso evitó la victimización y se enfocó en la agencia y la moral del ciudadano como motor del cambio.
El reconocimiento a la lucha incansable
La Agencia Noticias Argentinas (NA) destacó que la publicación oficial del discurso subraya las razones por las cuales Machado fue seleccionada para el máximo galardón de la paz.
La distinción se le otorgó por su "incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia".
El evento de hoy no solo reconoció el coraje de Machado en el exilio interno y la persecución, sino que también puso el foco global en la grave crisis institucional y de derechos humanos que atraviesa Venezuela. La voz de la hija, leyendo las palabras de su madre, se convirtió en un símbolo de la persistencia democrática frente a la opresión.



