Lo llaman cronista, novelista, ensayista. Pero Martín Caparrós, que lleva más de cuarenta libros a cuestas y varias lenguas en la mochila, es, antes que nada, un escritor que no para. El próximo martes 8 de julio, a las 18, en el Aula 108 de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, recibirá el título de Doctor Honoris Causa. La ceremonia estará encabezada por el rector Ricardo Gelpi y el decano Ricardo Manetti. El escritor Daniel Guebel será el encargado de pronunciar la laudatio. Y habrá, seguramente, largos aplausos.
Caparrós nació en Buenos Aires en 1957, pero vive, desde hace décadas, en la frontera: entre el periodismo y la literatura, entre América y Europa, entre la rabia y la ironía. Estudió Historia en París durante su exilio en la dictadura, y publicó su primer libro a los 21. Desde entonces no dejó de escribir ni de rodar por el mundo, cronista de todo y de todos, incluso de sí mismo.
Sus obras
Entre sus obras hay ficciones filosas como Los Living (Premio Herralde, 2011), investigaciones monumentales como El Hambre y mapas emocionales como Ñamérica, que este año ganó el prestigioso Prix Roger Caillois. Su último libro, Antes que nada, fue escrito tras ser diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y es, posiblemente, su entrega más cruda y luminosa: un ajuste de cuentas con el tiempo, con el cuerpo y con la escritura.
Además de su papel como autor, Caparrós enseña, en Cornell y en Alcalá y escribe para medios como El País. Ha ganado premios que llenan estanterías: el Rey de España, el Ortega y Gasset, el María Moors Cabot, el Konex de Platino. Pero si algo distingue su obra no es el reconocimiento, sino la incomodidad. Caparrós no decora ni consuela: apunta, hurga, desarma.
El Doctorado Honoris Causa que entregará la UBA reconoce no solo una trayectoria prolífica, sino un modo de mirar: incómodo, humanista, profundamente literario. El tipo que escribió que en Bangladesh el hambre tiene el color de la ropa, que los países son ficciones necesarias, que nadie puede narrar del todo lo que no está dispuesto a sentir.
La Universidad de Buenos Aires le rendirá homenaje el próximo martes 8 de julio. Será, al menos por una tarde, un momento de pausa en una carrera que no ha sabido de treguas. Un modo de decirle gracias a quien, como pocos, logró hacer del castellano una herramienta de conciencia. O, para usar sus propias palabras, “un modo de mirar el mundo y, si se puede, sacudirlo”.
