A pesar de los indicios y las declaraciones del menor asesinado, sus maestras no sospecharon ni denunciaron el maltrato al que era sometido Lucio Dupuy.
A días de confirmarse la condena perpetua contra Magdalena Espósito Valenti y Abigail Páez, salieron a la luz nuevas declaraciones que se dieron durante el juicio que contó con más de 15 audiencias. Se trata de las testificaciones de la maestra de música y directora del Jardín de Infantes Nucleado (JIN) N°7 de Santa Rosa, en La Pampa, donde asistía Lucio Dupuy.
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Si bien es cierto que la madre y la cuidadora del menor se esforzaban por ocultar los moretones que dejaban sus agresiones en el cuerpo de Lucio, también se probó que las maestras tuvieron suficientes indicios como para sospechar de la situación, aunque nunca denunciaron nada.
Según las declaraciones del médico que atendió a Lucio en el Hospital Evita, este tenía cicatrices en el tórax de larga data y una escoriación en la cara interna del muslo izquierdo. También, varias lesiones en la espalda, incluso una marca de zapatilla y un hematoma muy grande en la región del glúteo derecho. «Eran golpes y patadas, sobre todo en la espalda. El golpe sobre el glúteo era muy grande, abarcaba casi todo el glúteo», declaró el médico en el juicio.
Además de coincidir con los resultados que expuso el médico forense, las declaraciones del médico van en la misma línea que lo expresado por la maestra de música que estuvo con Lucio en su último día de clases.
En el debate del juicio en el Tribunal de Santa Rosa, también declararon los directivos del jardín de infantes y todas las maestras que le daban clases. El 25 de noviembre, la profesora de música declaró que Lucio le contó que había comido chocolate en la casa de un amigo y que había «vomitado sangre», pero que «estaba bien». A raíz de eso, la maestra le mostró un video en su celular e hizo una pequeña sesión de meditación guiada para ayudarlo a respirar mejor. Sin alarmarse por lo expresado por el niño, que era amenazado por sus cuidadoras para que no comentara nada, la maestra continuó con la clase.
Al finalizar el ejercicio de respiración, Lucio le dijo que le dolía la espalda. La maestra le dijo que permaneciera sentado, según contó ella misma en la Sala del Tribunal de Audiencias. Luego recordó que, a la hora del recreo, Lucio miró a todos sus compañeros tendidos en el piso descansando, y él se recostó de costado. Al terminar la clase saludó a todos «con los puñitos» y se fue.
Al ser consultada sobre las clases anteriores del niño y su actitud, sostuvo que «nunca vi a Lucio decaído, con sueño, siempre entraba con una sonrisa y que nunca lo vi golpeado». También señaló que el niño «se destacaba en la clase, era mediador con sus compañeros y activo».
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La maestra que estaba a cargo de la sala también testificó e indicó que «Lucio se integró al Jardín a principio de año, cuando arrancaron las clases, en marzo, no recuerda el día. Se integró bien, era un grupo en el que a ninguno le costó la integración, era año de pandemia». «No hubo actividad con la familia», añadió.
En ese sentido, destacó el desempeño del niño en la clase: «Era un nene súper dulce y súper bueno, muy buen compañero, hablaba bien, tenía buen vocabulario, contaba cosas cotidianas, los intercambios daban lugar a que diga qué hacía el fin de semana, era muy inteligente, era el que más se destacaba del grupo, dibujaba bien y entendía la consigna».
«Generalmente, lo llevaba y lo buscaba su mamá. En pandemia no tuvieron muchas reuniones ni contacto, sí por WhatsApp, fue cuando enviaban actividades y las mandaban por chat, después organizaron una vez por semana un Zoom, Lucio generalmente las hacía y las pasaba por WhatsApp, las hacía bien», rememoró. «Siempre que faltaba, la madre avisaba. Era uno de los que más asistía, ya que durante la pandemia los niños faltaban mucho, aunque no se entregaban certificados médicos», precisó.
Por su parte, la directora del Jardín de Infantes Nº 7 de Lucio Dupuy se defendió ante los jueces alegando que «se hizo un trabajo de investigación institucional, recabaron entrevistas con los docentes, con la familia de la sala y con el equipo de enseñanza, buscando registros o indicios anteriores pero no había ninguna fuente de documental, la docente siempre hizo referencia a un alumno alegre, feliz y participativo, que no había tenido ninguna manifestación de un hecho de violencia».
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