Milei autorizó el ingreso de ciudadanos chinos sin tramitar la visa Argentina

El presidente se acercó nuevamente a Xi Jinping con medidas que benefician a los empresarios y los ciudadanos chinos.
Por: #BorderPeriodismo

El gobierno de Javier Milei dio esta semana un nuevo paso en su compleja relación con China. Sin grandes anuncios, pero con alto valor simbólico y diplomático, autorizó la entrada de ciudadanos chinos al país sin necesidad de visa argentina. Eso sí: deberán contar con visados previos a Estados Unidos o países de la Unión Europea, lo que marca cierto límite consular y mantiene un filtro de seguridad política.

La medida, oficializada a través de la Resolución 316/2025 en el Boletín Oficial y firmada por el vicejefe de Gabinete del Ministerio del Interior, Lisandro Catalán, se da en un contexto de aparente distensión bilateral. La flexibilización también alcanza a ciudadanos de República Dominicana que ingresen por turismo o negocios. La decisión, largamente solicitada por Beijing, llega como gesto de reciprocidad: desde el 1° de junio, China permite el ingreso sin visa a ciudadanos de cinco países sudamericanos, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Urugua,  hasta el 31 de mayo de 2026.

Desde China ven el avance con buenos ojos, pero con reservas. “Estamos bien, pero no tan bien como queremos”, deslizó al medio Clarín una alta fuente del gigante asiático. La frase ilustra la sintonía fina que atraviesa el vínculo entre los gobiernos de Milei y Xi Jinping.

Una relación inesperadamente pragmática

Durante la campaña presidencial de 2023, Milei había sido enfático: no quería relaciones con “países comunistas”, y colocaba a China en ese paquete ideológico. Sin embargo, una vez en el poder, la realidad geopolítica, financiera y comercial le impuso matices. Desde entonces, el Ejecutivo ha oscilado entre gestos de acercamiento con Washington, a quien considera su principal socio estratégico, y un pragmatismo inevitable con Beijing, debido a los intereses compartidos y la profunda presencia de capital chino en Argentina.

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La decisión reciente de avanzar con las represas hidroeléctricas sobre el río Santa Cruz es un ejemplo claro. El viernes, funcionarios del Gobierno, encabezados por el jefe de Gabinete Guillermo Francos, el gobernador de Santa Cruz, Claudio Vidal, y el presidente de Enarsa, Tristán Socas, firmaron un nuevo memorándum para reactivar las obras paralizadas de las represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner. El acuerdo busca reencauzar un proyecto que ya lleva años de idas y vueltas, iniciado por la gestión de Cristina Kirchner y renegociado durante el macrismo.

El consorcio a cargo de las obras, integrado en un 54% por la china Gezhouba, 36% por Eling Energía y 10% por Hidrocuyo,  espera definiciones concretas. De los U$S 4.750 millones previstos en el convenio original de financiamiento firmado en 2014, solo se desembolsó el 39% (unos U$S 1.850 millones). El avance de obra es dispar: la represa Néstor Kirchner apenas llega al 19%, mientras que Cepernic alcanza el 46%. La deuda del Estado argentino con el consorcio supera los U$S 400 millones, y el conflicto se agudizó desde noviembre de 2023, cuando el gobierno anterior dejó de abonar certificados de obra.

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Aunque la nueva firma no incluye la esperada adenda 12, clave para destrabar los fondos, marca un compromiso político para intentar resolver los desacuerdos. En palabras de una fuente del sector energético: “Es un paso importante, pero el camino será largo y accidentado”.

Entre dos fuegos: Washington y Beijing

El acercamiento a China no ocurre en el vacío. Desde Estados Unidos, especialmente desde el ala republicana encabezada por Donald Trump, presionan a Milei para que se distancie de Beijing. Pero los lazos con la potencia asiática son demasiado profundos como para romperse sin consecuencias: además del swap de monedas que sostiene parte de las reservas del Banco Central, unos U$S 19.000 millones, hay inversiones estratégicas en infraestructura, minería, energía y transporte.

En paralelo, Argentina continúa esperando señales de Washington. Una comitiva liderada por el canciller Gerardo Werthein y funcionarios de Economía e Infraestructura viajó recientemente a la capital estadounidense para cerrar un acuerdo comercial con pautas arancelarias preferenciales. Se esperaba un anuncio la semana pasada, pero la definición no llegó. Tampoco hubo avances concretos en una esperada bilateral entre Milei y Trump, lo que ha generado cierta frustración en el entorno presidencial.

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En este contexto, la relación con Xi Jinping, aunque lejos de ser amistosa, se ha mantenido activa. El propio Milei se reunió con el mandatario chino en la cumbre del G20 en Río de Janeiro, y fue allí donde se consolidó la renovación del swap. El embajador Wang Wei mantiene un canal fluido con la Cancillería y varios ministros han viajado a Beijing para fortalecer el vínculo.

En el tablero internacional, el gobierno de Javier Milei camina sobre la cuerda floja. Entre su devoción ideológica por el mundo occidental y la necesidad concreta de no romper con China, el Presidente ensaya una diplomacia de equilibrio. No hay avances en cooperación militar, ni en telecomunicaciones ni logística con Beijing, sectores clave para la seguridad nacional, pero sí se consolidan los vínculos comerciales y financieros.

Milei, que durante la campaña prometía cortar lazos con los “comunistas”, hoy evalúa un posible viaje oficial a China. Y aunque no hay fecha confirmada, en la diplomacia de los gestos, ese solo movimiento podría reconfigurar el mapa de alianzas de su gestión.

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