Recuerdo un reportaje en la revista Rolling Stone, 2002 creo, de apenas una página. Carlos Tévez ya era un crack en Boca con apenas 18 años. Era chico todavía. Pelo muy corto, cara de nene. Nike ya lo había contratado como jugador de la marca y le presté atención porque la empresa me había invitado a un viaje de prensa a San Pablo para presentar unas zapatillas de futbol 5. Fuimos tres periodistas al evento. Nos vistieron con ropa de la marca y nos tiraron a la cancha a jugar con jugadores brasileros, profesionales de la liga de allá de fútbol sala. No tocamos una. Si de casualidad me caía la pelota (chiquita, pesada), me duraba 2 o 3 segundos en los pies. Corría como un gil y nada. Ahogado, aturdido por una batucada que tocaba al costado de la cancha, no pudimos ni jugar. Nos cagaron a goles. Me acuerdo que pensé lo difícil que era jugar al fútbol a un nivel diferente al nuestro, nivel oficinesco tirando a pésimo. Es decir, lo difícil que es ser bueno en el fútbol profesional.
Vuelvo a Tévez. Le presté atención a esa nota porque él tenía puestas las mismas zapatillas que tenía yo, las que se habían presentado unas semanas antes en Brasil. Las marcas te hacen creer que podés ser un ídolo si usás las mismas cosas que el ídolo. Nos gusta creer eso. Leí la nota, porque además soy bostero. Y en el medio del artículo, el Apache dijo: “mis amigos de la infancia están presos. O muertos”. Como un rayo fulminante, como un tatuaje, la frase me quedó grabada para siempre. Durísima, certera, al hueso. Supe que estaba frente a un jugador distinto; que, al igual que Diego, elegía no ponerse el cassette para hablar con los medios. Y creo que hasta el día de hoy, después de haber vivido en Brasil, Inglaterra e Italia, de haber ganado varios millones de dólares, levantado las copas más importantes del mundo y metido todo tipo de goles y golazos, Tevez sigue declarando sin ponerse el cassette. Por eso, solo por eso, es un jugador diferente al resto. Después de gritar sus goles en Boca y festejar la gallinita inolvidable en la Libertadores, le perdí un poco el rastro. Lo seguí por los medios un poco de reojo, tal vez un poco embolado porque se había ido de Boca. La rompía en el Corinthians, en los dos Manchester, Juventus… con la Selección iba y venía. Lo vi en la cancha contra México en el mundial de Sudáfrica 2010, aquel de Diego como DT. Me acuerdo que salió del vestuario ¡con un iPad! que recién había salido al mercado. Un diferente. Grité como loco su golazo, un zapatazo desde afuera del área. Abrazado a mis amigos Coco y Pelu, afónico, pensé que íbamos a salir campeones. Fui a ese mundial porque no me iba a perdonar nunca no haber ido si salíamos campeones, si Diego levantaba la copa de nuevo… Había prometido que si eso pasaba, me tatuaba a Diego. Ya tenía la idea: mitad su cara de joven y con rulos de México 86 y mitad la del mundial 2010, con barba. Abajo, los dos años y la copa del mundo. No me tatué. Nos comimos un baile bárbaro contra Alemania, 4 pepas y chau mundial. Volvimos en un avión que era un velorio, porque además viajaba todo el plantel. En Ezeiza le saqué una foto a Carlitos, que estaba triste.
Una de las cien grandes frases de Diego fue haber bautizado a Tevez, durante aquel mundial, como “el jugador del pueblo”. Definición perfecta. Eso es el Apache.
Y ahora, siendo un Top 10 mundial, eligió volver a Boca en el mejor momento de su carrera. Con una madurez arrolladora y que sorprende a todos, se convirtió en un mes en el líder, goleador y conductor del plantel. Un referente que va en camino a meterse en la historia grande del club. Un dato que aún por repetido, no deja de ser sorprender: En un mundo donde manda el billete, Carlitos dejó de lado ofertas que superaban en más de 20 millones de dólares a la que le hizo Boca.
El otro día, en un reportaje con Fantino, Carlitos habló de la pobreza que vio en Formosa cuando fue a jugar con Boca. Pero en realidad no habló tanto de pobreza sino de desigualdad. No es lo mismo, pero en los medios no vale pensar ni profundizar y titularon “Tévez habló de la pobreza”. Habló del contraste entre su hotel 5 estrellas (“Las Vegas”) y la pobreza que había a solo metros del hotel. No se la contaron, lo vio él. Que sabe mucho de pobreza, porque nació en Fuerte Apache, donde el futuro no existe y todas las promesas son incumplidas. Tevez fue abandonado por su madre con apenas 6 meses. A los 10 meses se le volcó una olla de agua hirviendo encima. Todavía tiene las marcas, que se negó a quitarse cuando tuvo fama y dinero. Y cuando tenía solo 5 años, su padre fue asesinado de 20 balazos en un enfrentamiento armado. No se la contaron, la pobreza.
Pero después de haber dicho eso sobre Formosa, en el programa Duro de Domar lo castigaron con un informe donde mostraban a un Tévez más superficial, hace unos años en el programa de Susana Giménez, mostrando un aro de brillantes que la Diva pedía que le enfocaran. Supuestos lujos caros, contradicciones del ídolo que fue pobre y se olvidaba de sus orígenes vestido en trajes de diez mil dólares. Le pegaron, con imágenes de archivo sacadas de contexto, por haber cometido el pecado de hablar de pobreza.Duro de Domar responde al gobierno, es de la misma productora (PPT, comprada hace poco por el empresario Cristobal López) que 678 y TVR. Todas usinas oficialistas disfrazados de programas de TV, que reciben millones de pesos del publicidad oficial y donde, obedientes, castigan a todo opositor y a quien se anime a criticar al gobierno. O, como en este caso, al que hable de “pobreza”. Pero le jugaron feo al Apache. Tipos que viven de la plata del Estado, sentados en sus sillones de Palermo y canchereando, lo trataron de hipócrita y de vendido. A él, justo a él, que dijo varias veces que de chico jugaba descalzo porque no tenía ni para comprarse un par de zapatillas. Que ante los ricos y poderosos millonarios del Manchester o La Juventus, festejó sus goles homenajeando a Fuerte Apache, a Lugano 1 y 2, o a las villas 31 y la Maciel. Al tipo que, siendo lo que es, sigue yendo a Fuerte Apache a comer con sus amigos de siempre.
A la par del informe en TV, no es casualidad, desde el oficialismo K en Formosa salieron a criticarlo. Un funcionario del gobierno lo trató de “villerito europeizado” y de “hijo de puta”. “Lavate la boca antes de hablar de Formosa”, y otras cosas más. También le preguntó cuánto le había pagado Macri para decir eso.
Demasiado, para un tipo que no dijo nada malo ni criticó a nadie. Carlitos no volvió a decir nada sobre el tema.
El domingo entró a la cancha, saludó a la hinchada y jugó al fútbol como lo hace siempre. La rompió toda. Metió el pase del primer gol y otro de penal. Se fue al vestuario siendo figura. Y en medio de una ovación, “que de la mano, de Carlos Tévez, todos la vuelta vamos a dar”, saludó a la tribuna y sonrió.