Tras el repunte del dólar que lo llevó de $1.290 a $1.375 en apenas una semana, el termómetro del mercado de consumo masivo volvió a subir. La reacción fue inmediata en las industrias alimenticia, cosmética y de limpieza, donde ya comenzaron los primeros movimientos defensivos frente a un posible nuevo ciclo de remarcaciones. Sin embargo, a diferencia de otras épocas, el escenario no muestra decisiones automáticas ni generalizadas: predomina la cautela, la observación y, sobre todo, el temor a perder ventas en un contexto de poder adquisitivo erosionado.
En las grandes cadenas de supermercados, el impacto aún no se materializó con listas oficiales. Sí se multiplicaron las advertencias de proveedores. Empresas aceiteras fueron las primeras en mover fichas: enviaron nuevos valores con subas entre el 5% y 7%, según confirmaron fuentes del sector. Algunas de estas compañías también producen farináceos, afectados por el salto del precio del trigo, que aumentó 17% durante julio.
Decisiones sobre los precios
“Por más voluntad que uno tenga, es imposible no trasladar ese aumento. El trigo representa el 80% del costo de la harina, y es un commoditie atado al dólar”, explicó Diego Cifarelli, presidente de la Federación de la Industria Molinera (FAIM). Aun así, aclaró que, en términos interanuales, la harina fue uno de los insumos que menos aumentó, con una variación por debajo del 10%.
Desde la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), el mensaje fue más medido. “No hay un aumento generalizado. Cada empresa evalúa su estructura de costos y define en función de su propia realidad”, indicaron. También destacaron que los precios de salida de fábrica han subido menos que los precios al consumidor durante 2025.
En los mayoristas y autoservicios, las señales empiezan a encenderse. Según Armando Farina, vicepresidente de CADAM, el comportamiento está segmentado: mientras los rubros de cosmética y limpieza ya aplicaron ajustes, algunas marcas subieron hasta un 7%, en productos básicos como galletitas, fideos y harinas los aumentos se ubican entre el 2% y el 4%. “Por ahora, el consumo manda. La competencia entre marcas y categorías es feroz, y eso pone un freno a los aumentos”, explicó Farina. También aclaró que la mayoría de las subas aún se negocian y dependen de lo que ocurra esta semana con el dólar y los combustibles.
Por el lado de los supermercados del interior, el panorama parece más estable. Desde la Cámara Argentina de Supermercados (CAS) indicaron que no recibieron una ola de nuevas listas y que, por ahora, la situación está contenida: “Están generando una alarma anticipada. Si el dólar sigue escalando, veremos. Pero hoy el mercado está tranquilo”, dijeron.
Las grandes empresas del sector lácteo suman una complejidad extra: contratos con cláusulas de devaluación. “Los proveedores que manejan insumos importados o exportables ya activaron esas cláusulas o amenazan con hacerlo. Algunos contratos son mensuales y están atados a insumos como colorantes y plásticos. Si sube el dólar, sube todo”, señalaron desde una compañía del sector, aunque también reconocieron que el consumo es tan débil que cada decisión debe ser milimétricamente calculada.
Las experiencias pasadas también pesan. En abril, tras una fuerte suba del dólar, empresas como Molinos Río de la Plata y Unilever aplicaron aumentos del 10%, pero fueron apuntadas en redes por el propio ministro de Economía, Luis Caputo. Ante ese recuerdo fresco, muchas compañías prefieren esperar antes de mover precios, y si lo hacen, que sea por debajo del 5% para evitar quedar en el centro de la escena. En este contexto, la estrategia más común es anticipar que podrían venir subas, sin aplicarlas de inmediato. El juego es complejo: las compañías necesitan ajustar, pero el consumidor está golpeado y los errores se pagan en la caída de las ventas.