El Gobierno pagará los subsidios adeudados con petroleras

En un intento por calmar las aguas en un sector que empieza a mostrar signos de incomodidad, el gobierno comunicó que pagará.
Por: #BorderPeriodismo

En su afán por sostener el superávit fiscal, el Gobierno nacional optó por postergar pagos clave a las empresas productoras de gas. Durante dos meses, dejó de transferir los subsidios correspondientes al Plan Gas, acumulando una deuda que, convertida a dólares, supera los 500 millones. El retraso se explica por una brecha persistente: las tarifas que pagan los usuarios aún no cubren el costo real de producción.

Desde el Ministerio de Economía reconocen que el monto vencido asciende a $340.000 millones, y que en los próximos días se sumarán otros $500.000 millones. “Ya realizamos una parte del pago y en los próximos días haremos otro”, aseguraron fuentes oficiales, en un intento por calmar las aguas en un sector que empieza a mostrar signos de incomodidad.

Vaca Muerta en pausa

Las principales petroleras, entre ellas YPF, Tecpetrol, Pan American Energy y TotalEnergies, advierten que la demora en los pagos es una señal preocupante. No solo por el impacto en sus balances, sino por el mensaje que transmite a los inversores: incertidumbre en un área estratégica como Vaca Muerta puede traducirse en repliegue de capitales y freno a nuevos desarrollos.

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El antecedente inmediato no ayuda. El año pasado, el entonces ministro Luis Caputo canceló una deuda similar con bonos a largo plazo, que cotizaban por debajo de su valor nominal. En el sector temen que se repita ese esquema, lo que implicaría una licuación del compromiso estatal y una pérdida para las compañías.

Subsidios, tarifas y equilibrio fiscal

El dilema es estructural. Mientras las tarifas siguen sin reflejar el costo real del gas, el Estado asume la diferencia a través de subsidios. Pero en su intento por mostrar disciplina fiscal, el Gobierno priorizó el equilibrio de las cuentas por sobre el cumplimiento inmediato de sus obligaciones con las empresas. La tensión entre sostenibilidad macroeconómica y previsibilidad sectorial vuelve a quedar expuesta. Y en el centro del tablero, Vaca Muerta observa en silencio, a la espera de señales más claras.

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