Una exagente británica de 97 años confesó que espió a la Armada argentina durante la Guerra de Malvinas

En una entrevista, Ruth Morton expuso las maniobras que utilizó Gran Bretaña para comprometer la defensa argentina y habló del legado familiar de espionaje que la llevó a eso.
Por: #BorderPeriodismo

Una mujer uruguaya de 97 años que durante décadas fue contratada por el Reino Unido para ejecutar servicios de inteligencia, reveló que, en 1982, espío los movimientos navales argentinos durante la Guerra de Malvinas desde un edificio en Mar del Plata.

Se trata de Ruth Morton, quien brindó una entrevista al periodista Graham Bound, fundador de Penguin News, el diario de las islas. Aquí también expuso las maniobras que utilizó Gran Bretaña para dificultar la defensa de los territorios del Atlántico Sur y habló del legado familiar de espionaje que influyó en su vida.

Tanto su padre Eddie, que era empresario, como sus hermanas, Rose Lily y Miriam, realizaron tareas de inteligencia para la corona británica durante la Segunda Guerra Mundial desde Montevideo.

37 años después, cuando Argentina inició el proceso de recuperación de las Islas Malvinas, los servicios ingleses recordaron a la familia y volvieron a reclutar a Miriam, esta vez como contadora de la embajada británica en Uruguay.

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Ella fue quien convocó a Ruth, que, en ese momento, tenía 53 años, estaba casada y tenía una hija. "Era mi jefa en esos días. Sabía lo que se necesitaba y se dio cuenta de que yo sería menos sospechosa, así que me mandó", dijo la mujer en el podcast BBC Outlook, que difundió la entrevista.

Luego, comentó que su trabajo principal en la base naval de la ciudad costera "era vigilar el movimiento de tres submarinos": el ARA Santa Fe, el ARA San Luis y el ARA Santiago del Estero. El operativo era supervisado desde la capital uruguaya por una agente con nombre en clave, Claire.

Morton debía vigilar directamente la base, y para eso, se encontraba en un escondite improvisado bajo las tablas de un edificio en ruinas y utilizaba rutas alternativas para enviar la información. "Había un espacio para arrastrarse debajo que me daba una vista perfecta de los submarinos a solo unos cientos de metros", detalló la mujer.

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Sin embargo, el lugar era "arenoso, sucio y sumamente incómodo porque no había espacio. Ni siquiera podías sentarte". "Me salieron ampollas en las rodillas y codos de tanto arrastrarme, pero fue al principio, luego me acostumbré", describió, a continuación.

Asimismo, recordó la complejidad de trasmitir los datos: "Si tenía información sobre movimientos de submarinos, debía tomar por lo menos dos autobuses hacia el interior, luego usar un teléfono público para llamar a un contacto anglo-argentino. Este le daba otro número para llamar, uno diferente cada vez, y le contestaba alguien con acento británico".

Además, contó que, en un momento, se quedó sin la plata destinada a gastos y no podía contactarse con Claire. Entonces, tuvo que ingeniárselas: "Tejía gorros que decían ‘Mar del Plata’ y se vendían como pan caliente", enunció Ruth.

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Por otro lado, destacó la presencia de un carpincho que resultó determinante en su supervivencia. "Una noche, un barco en el mar disparó justo al sitio donde estábamos y alcanzó al carpincho entre los ojos y no supo nunca qué lo golpeó. Simplemente cayó. Cayó al agua. Sí, me salvó la vida porque podría haber sido yo", detalló.

Luego de esta situación, su contacto le ordenó que abandonara el puesto y así finalizó su misión: "Me fui. No había nada que hacer. Me despidieron".

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