Charly García: su capricho es ley

La lógica del escorpión es el disco que marca el regreso del cantautor tras siete años de silencio discográfico.
Por: Pablo Strozza

 

Corría el año 2008, y en su mítico departamento de Coronel Díaz y Santa Fe Charly García era entrevistado por Mariana Enriquez como nota de tapa de la revista Rolling Stone. En medio de uno de esos caóticos encuentros, en plena era Say No More del músico, García le gritó a Enriquez “¡Anota!” y acto seguido le dictó lo que denominó su decálogo, cuyo tercer ítem era “Mi capricho es ley”.

Pasamos a las 21 horas del 11 de septiembre de 2024. Tras siete años de silencio discográfico (Random, su anterior álbum, es de 2017), y tras una demora de un par de años desde su grabación, fue subido a todas las plataformas digitales La lógica del escorpión, el decimocuarto disco de estudio de la carrera solista de Charly García. Una placa de trece canciones y treinta y cuatro minutos y fracción de extensión, con invitados como David Lebón, Pedro Aznar y Fito Páez, entre otros, y con versiones nuevas de temas propios (“Juan Represión” de Sui Géneris, “Te recuerdo invierno”, grabada en Cassandra Lange de 1995, “Rompela”, toma en castellano de “Break It Up” de Kill Gil de 2010), ajenos (“Watching The Wheels” de John Lennon, “So You Want To Be a Rock & Roll Star” de los Byrds, que ya había sido grabada por Patti Smith en Wave), rescates (“La pelícana y el androide”, compuesta por Luis Alberto Spinetta para su fallido disco en conjunto y grabada por el Flaco en Privé) y autocitas (la melodía de “Chipi chipi” en “Estrellas al caer”).

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Y tras la escucha lo primero que surge como reflexión es que La lógica… responde sólo y nada más que al capricho de García. Es loable que un hombre de 72 años de edad y varias vidas vividas, como es el caso de Charly, responda a su deseo y haga un disco que, le guste a él y a sus fans o no, compita contra sus obras maestras de antaño. Pero hay una sensación final de tristeza que se desprende cuando el disco terminó, y es la misma que cuando uno ve, tras mucho tiempo, a alguien que quiso mucho en el pasado, pero viejo y deteriorado.

La lógica… tiene versos ingeniosos, que son marca registrada en la obra de García, como “Freud ha arruinado todo, como Internet” (“Yo ya sé”) o “La grieta entre los humanos se hace cada vez más grande, los chicos quieren ser chicas, las chicas quieren ser grandes” (“Autofemicidio”). Algo similar ocurre con las melodías. Y también tiene menciones textuales, como el “Cristo fue crucificado por los pecados de alguien pero no por los míos” del “Gloria” de Patti Smith. Pero al escuchar su voz, rota y disminuida, por momentos balbuceante; y una producción a veces descuidada, que pone a esa voz al frente y en muchos casos fuera de sincro, todo análisis positivo cae en un saco roto difícil de rescatar. Y este pensamiento surge más desde lo afectivo que desde la crítica. No por nada la canción que más se destaca es “La pelícana y el androide”, donde se tomó desde un demo de la época del proyecto a dúo la voz de Spinetta y donde ese artificio se potencia hasta lograr un resultado hermoso.

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“Saer en sus últimos años representaba a un tipo de escritor demasiado egocéntrico para mi gusto, siempre dispuesto a dejarse adular por lo que yo llamo el ‘síndrome del palco del Diego’. Es decir gente dispuesta a hacer pogo con el Diez y practicar el sidieguismo a full”. Esta frase de Fabián Casas, escrita tras la muerte del santafecino, bien puede ser aplicada a García si trocamos Saer por Charly. Que su capricho sea ley y que, obviamente, haga lo que quiera. Pero no dejemos de marcar, si un emperador sale a pasear sin ropa, que está desnudo.

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