Las estadísticas son irrefutables: Ricardo Darín es el actor más taquillero del cine argentino de todos los tiempos. Más allá de ser uno de los protagonistas de Relatos salvajes (la película más vista de la historia en nuestro país, con la friolera de tres millones y medio de espectadores), Darín posee en su palmarés otras cinco películas más que superaron el millón de personas en salas (El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar, con casi dos millones y medio; El hijo de la novia; Nueve reinas; Luna de Avellaneda y Tesis sobre un homicidio) y otras dos que arañaron ese número (Séptimo, con 957 mil y Un cuento chino, con 905 mil). Entonces, con estas cifras como respaldo sólido, calificar a Darín como el presidente de los actores locales no es una hipérbole sino que es una verdad tan definitiva como los votos que obtiene un candidato en tiempos electorales.
Y es que en La cordillera, tercera película de Santiago Mitre, Darín se pone en la piel de Hernán Blanco, un presidente argentino de ficción, ex intendente y gobernador de La Pampa, que en medio de una cumbre latinoamericana en la que se debe resolver la conformación de una suerte de OPEP sureña, se encuentra con una noticia poco grata: la posibilidad de ser salpicado por un escándalo de corrupción denunciado por el ex marido de su hija.
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La carrera cinematográfica de Mitre, una suerte de especimen díscolo de la cinematografía argentina, fue de menor a mayor. El estudiante (2011) fue realizada sin apoyo económico del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y fue un éxito en el circuito internacional de festivales, con galardones como el Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno y en el BAFICI porteño; y el de Mejor Película en Gijón y Cartagena. Filmada con un presupuesto bajísimo, El estudiante también catapultó la carrera de Esteban Lamothe, un actor casi desconocido por aquellos días. Cuatro años después, Mitre rodó en coproducción con Telefé La patota, remake del clásico de 1960 dirigido por Daniel Tinayre y protagonizado por Mirtha Legrand. Su versión cuenta con Dolores Fonzi, en la actualidad pareja del director, en el papel que supo interpretar la diva de los almuerzos televisivos. La obtención del premio principal de la semana de la crítica y el premio FIPRESCI de la crítica internacional en el Festival de Cannes (el más prestigioso del mundo) hizo que para La cordillera Mitre pudiera contar con un presupuesto de seis millones de dólares, con Darín y Christian Slater en su elenco y con un estreno mundial en Cannes.
Comparar al personaje del presidente Hernán Blanco con Roque Espinosa (el papel que encarnó Lamothe en El estudiante) es inevitable, de la misma manera que bien se puede pensar en una evolución desde aquel joven dirigente político universitario con este primer mandatario desarrollado por Darín. Ambos comparten economía gestual, un supuesto desinterés por los acontecimientos que esconde un completo dominio de las situaciones y la tan comentada soledad del poder a la hora tomar decisiones fundamentales. El mérito en este caso es de Mitre y Mariano Llinás, guionistas de ambos filmes, que no se mueven ni un ápice de una visión de la política plagada de tejes, manejes, traiciones y corrupción. Nada que no pueda ser asociado de manera libre con la realidad.
Y esto último también pasa con Blanco/Darín. Se pueden encontrar en este presidente rasgos de Eduardo Duhalde, de Néstor Kirchner y de Mauricio Macri, y al mismo tiempo otra persona puede disentir con esta apreciación, y todos tendrán su pizca de razón. La película requiere de una atención constante, y más allá de Darín también brillan Fonzi (la hija del presidente), Gerardo Romano (como jefe de gabinete) y Erica Rivas (asesora). La fotografía y las locaciones -en el inicio se muestran imágenes de la Casa Rosada– son impecables, lo mismo que el leiv motiv musical de piano que acompaña las imágenes.
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Con 25 mil espectadores en el día de su estreno, La cordillera le ganó la pulseada de la taquilla a El fútbol o yo, protagonizada por Adrián Suar, y promete liderar con comodidad la recaudación en este fin de semana largo, ideal para meterse en el cine. La apuesta de Mitre es atrevida y muchos no dudarán en calificarla como polémica, como algunas de las decisiones que toma el presidente Blanco en la película. Pero no olviden que su as de espadas es Ricardo Darín: el presidente de los actores criollos.