«La leyenda de Tarzán», la nueva encarnación del Rey de la Selva en el cine pone al día el mito para las nuevas generaciones. Sin Chita pero con una Jane combativa. La evolución de un clásico.
Es tiempo de admitirlo: en algún lugar de nuestro corazón y nuestra memoria, entre cientos de adaptaciones todos tenemos un Tarzán favorito, y no vale hacerse el superado en esta cuestión.
Unos elegirán a Ron Ely, que brilló en la adaptación televisiva que se veía en los 70 en alguno de los cuatro canales de aire porteños.
Otros, a Christopher Lambert, que representó al Rey de la Selva en la ochentosa Greystoke: la leyenda de Tarzán (película que presentó en sociedad a Andie McDowell en el papel de Jane).
Y no faltarán los cinéfilos que preferirán a Johnny Weissmüller, el campeón olímpico de natación que hizo de Tarzán en los años 30 al retirarse invicto del deporte que lo consagró. Pero todos coincidirán que, de un tiempo a esta fecha, existía una generación que desconocía las andanzas del personaje que primero fue parte de una saga de novelas pulp creada por el escritor estadounidense Edgar Rice Burroughs desde 1912.
Y si todos pudimos hacer ese diagnóstico, está claro que Hollywood lo hizo antes y tomó nota para poner de nuevo a Tarzán en la pantalla grande.
Y la apuesta fue con todo: como director el elegido fue David Yates, quien estuvo detrás de cámara en las cuatro últimas entregas cinematográficas de la historia de Harry Potter. Como ladero de Tarzán y como el malo del cuento, dos actorazos extraídos del maravilloso mundo de Quentin Tarantino que son garantía total: Samuel L. Jackson y Christoph Waltz, respectivamente. Como Jane, la australiana Margot Robbie, recordada por su papel como esposa de Leonardo Di Caprio en El lobo de Wall Street de Martin Scorsese. La Jane actual muta en mujer que deja de ser la cándida partenaire para explorar un perfil más moderno y combativo.
Y en el rol principal, ¿qué mejor que promover de una vez por todas al estrellato definitivo al sueco Alexander Skarsgård, el vampiro villano de la serie True Blood? Si a todo ese combo le sumamos 3D y animales creados por las mejores técnicas de computación, queda claro que la bolilla uno de la materia Construcción hollywoodense de un (casi) seguro éxito fue aprobada con creces.
Entonces, ¿cumple La leyenda de Tarzán con semejantes expectativas? Sí y no. Entre los puntos a favor podemos contar las actuaciones de los personajes secundarios (Jackson, Waltz, Robbie); el contexto histórico de la trama, que arranca en el lugar en el que había terminado Greystoke (un Tarzán retirado en el Londres del Siglo XIX que debe volver a su Congo natal por un conflicto con los nativos que lidera un emisario del rey belga Leopoldo II); los flashbacks que explican el origen del Rey de la Selva; una duración aceptable (110 minutos) y la conciencia ecológica y bien pensante de Tarzán. Y en el debe queda la actuación de Skarsgård, que muchas veces parece confundir inexpresión con economía gestual; el uso del 3 D, que no es el torbellino selvático que el espectador puede imaginar a priori y la imperdonable ausencia en el reparto de la mona Chita. Pero, en definitiva, lo que uno viene a buscar acá es entretenimiento en estado puro para grandes y chicos, un objetivo para nada menor de cumplir. Y en ese aspecto La leyenda de Tarzán le gana por goleada al posible aburrimiento. Los millennials, entonces, ya pueden sumar a Tarzán entre sus héroes de fantasía, para una saga que suma un mojón más a su trayectoria inagotable.
https://www.youtube.com/watch?v=uglZnR-Zvfs