Tuqui nos enseña a construir un imbécil desde cero

Por: Tuqui

Ya sabemos que nuestro columnista de humor con actualidad (¿o era al revés?) tiene una preocupación obsesiva por la educación. Habiendo temas esta semana, decide pelearse con Papá Noel y sus duendes esclavos. El futuro de nuestros niños está en su fórmula y tenga cuidado que, al leerlo, se puede sentir interpelado.

 

Hubo elecciones parlamentarias, y ése debería ser el tema obligado de esta columna de actualidad. Ése, o la bienvenida reactivación judicial que, una vez más, persigue a los ladrones cuando ya perdieron el poder, pero no parece interesada en averiguar qué es eso de los testaferros de un sindicalista pro-oficialismo muerto, o por qué un decreto presidencial modifica la ley que impedía el blanqueo de capitales a los parientes del jefe de estado, o qué hace el ministro de Energía «negociando» con la UTN de Venado Tuerto al mejor estilo de los que hoy cayeron en desgracia.

Tuqui ArangurenBueno, no. Prefiero reflexionar sobre por qué lo antes descrito pasa y sigue pasando. Y una vez más caigo en mi preocupación recurrente: la educación.

La educación es, básicamente, el proceso por el cual se forma a un individuo para que sea socialmente aceptable y útil. Hay distintos escenarios donde esa adaptación se lleva a cabo: el hogar, la calle, la escuela y la casa de una pareja adolescente cuando no están los suegros, por ejemplo. A medida que la sociedad cambia, el tipo de individuo requerido varía.

En el presente, la parte nauseabunda de la política necesita y genera una población dividida, que algunos optimistas llaman futbolizada en alusión al comportamiento tribal, cuando en realidad se parece más a las pandillas del hemisferio norte, aunque todos se identifiquen con el mismo trapito de colores.

Hay dos grandes grupos, que podríamos definir como los que tienen razón y los que tienen una razón diametralmente opuesta a la de los otros que tienen razón. Lograr esto —tan necesario para los que se llenan los bolsillos en el ring side del poder mientras observan la pelea de los demás— no es tarea fácil.

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Aunque los tiempos han cambiado, he aquí algunos consejos para quienes deseen cumplir el mandato social y generar un idiota sin pensamiento propio que encuentre una mezquina forma de felicidad en la desgracia de los que no piensan como él. Estos métodos fueron probados por muchas generaciones, con admirable éxito.

monstruoEmpiece con los cuentos infantiles apenas pueda. Monstruos y hadas, recuerde. Con el tiempo el niño recordará que los monstruos tienen bajos instintos, vicios, defectos horribles, son egoístas y muchas veces malvados. Sospechosamente parecidos a los adultos que conozco, pensará cuando ya sea tarde. Es bueno que se familiarice porque se cruzará con ellos toda su vida. Y las hadas serán hermosas, generosas, la perfección con alas. Pero tener una fantasía sexual con ellas implicará una condena general con internación incluida. Este culto narrativo de la contradicción inexplicable preparará el terreno.

En el aspecto físico y espiritual, la fórmula de la salud es bien simple: amor, aunque sea bajo la forma de gritos y coscorrones. Y, si es posible, comida, en esos excepcionales períodos en que la clase dirigente no roba más de lo conveniente haciendo que una dieta completa se vuelva inalcanzable.

En cuanto a lo emocional e intelectual, un buen primer paso es decirle al niño que hay un gordo misógino que vive en el Polo Norte —¿qué clase de idiota no preferiría el trópico?— y que una vez al año, en una sola noche, recorre todos los hogares del planeta repartiendo los juguetes que fabrican sus duendes —esclavos no es un término recomendable—, con materias primas obtenidas vaya uno a saber de dónde, si no es del hielo polar.

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Tuqui Papa NoelUna vez instalada la idea podrá usted advertir al párvulo que si se porta mal —es decir, si no hace lo que se le dice, del modo indicado y cuando se le ordena— el gordo pasará de largo y el culpable deberá jugar a chuparse el pulgar por el resto del año. Un interesante aspecto puntual consiste en decirle al niño que jamás debe mentir —poco importa si acatar ese mandato le dificultará sobrevivir en este mundo— si no quiere que el gordo de los juguetes lo ignore. Es decir, extorsione al infante para que no mienta, utilizando para ello una mentira.

Esta técnica se complementa con otra fábula, en la que tres tipos que andan en camello (otra vez un delivery de juguetes) terminan siendo una fantasía, mientras que el niño que visitan, nacido sin sexo previo entre sus padres y capaz de convertir el agua en vino, es real.

Una vez que el educando haya asimilado lo detestable que es decir mentiras, no se preocupe si ante un llamado o visita no deseada usted se esconde y manda a otra persona a decir que no está: los críos son inocentes y no saben lo suficiente de psiquiatría como para calcular las probabilidades de que lo esté educando una especie de psicópata.

Impida que conozca sus propios límites censurando de antemano cualquier actividad que usted no se haya atrevido a realizar. No trepes a ese árbol o sos muy chico para andar en bicicleta sin las rueditas de soporte son consejos muy útiles para conseguir que no adquiera suficiente confianza en sí mismo. No la necesita: ahí estará usted para decirle qué le conviene y qué no, hasta que él tenga 50 años y usted, por fin, se muera.

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Hágale entender —del modo que sea— que los adultos siempre tienen razón, que nunca sabrá de qué está hablando hasta que alguien mayor y responsable avale lo que dice y que la duda es una especie de pecado.Trate de inculcarle que la gente más feliz es la que tiene más cosas, y que es más importante tener razón que descubrir la verdad.

Lávele el cerebro para que crea que lo que piensa es producto de su propio razonamiento y no lo que decidió usted. Después de todo, alguien lo hará tarde o temprano, y si no es un sacerdote será el próximo gobierno peronista o el próximo gobierno de otro signo.

Si sospecha que algún maestro alienta el pensamiento crítico, cámbielo de colegio. Lo mismo si le explican la historia sin héroes ni villanos. De última, que no estudie más. Si termina siendo un semianalfabeto que desconoce ortografía, sintaxis y tiempos verbales, siempre podrá trabajar escribiendo los zócalos en los canales de noticias.

Tuqui YouTube

No se preocupe por la parte de la educación que transcurrirá fuera de su influencia: si antes hubo un Borges y un Cortázar, ahora hay youtubers. Donde sonaron los Beatles y las grandes bandas de jazz, hoy se escucha cumbia y reggaetón. Justa Del Saber y Odol Pregunta tienen sus sucesores: Intrusos y los programas de Tinelli. Es lo que la sociedad actual requiere, y hay que modernizarse.

Así, con tiempo y algún esfuerzo, usted también podrá declarar con orgullo: me dieron un bebé y miren qué lindo papanatas que hice.

 

Tuqui.

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