El impacto del nuevo programa monetario de Sandleris en el Central. Empleo, actividad económica, inflación y pérdida de poder adquisitivo. Los grandes ganadores de siempre: los bancos.
Desde hace algunas semanas, y con el estreno de un nuevo programa monetario, el Banco Central ha logrado llevar calma al dólar. Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias sobre la economía de esta paz cambiaria?
Una vez que el programa de metas de inflación fue declarado oficialmente fuera de funcionamiento y con una inflación anual que algunos especialistas estiman podría rondar el 50%, el objetivo principal de la nueva conducción del BCRA se centró en limitar la subida del dólar y en lo posible, lograr una convergencia hacia un sendero estable.
De esta manera la característica principal del nuevo programa monetario implementado consiste “domar” al dólar a fuerza de tasas que han llegado a niveles del 74%, apuesta que presenta numerosos desafíos.
El más elemental de ellos es que tasas de interés de esta magnitud son incongruentes con el desarrollo de cualquier actividad productiva, por lo que la herramienta de tasas es esencialmente transitoria, caso contrario se agravarán los efectos recesivos que la devaluación ya produjo.
Es que la economía argentina se encuentra transitando un delicado equilibrio. Se procura morigerar los efectos de la depreciación (+104% desde abril) sobre el nivel de precios -el famoso pass through- que en septiembre arrojó un alza del IPC del 6,5%, y una inflación mayorista del 16%, a costa de sacrificar nivel de actividad y empleo.
Y aquí nuevamente es donde juegan las expectativas sobre las probabilidades de éxito del actual plan. Que el Gobierno viene atravesando una crisis de desconfianza desde abril no es nuevo, pero la pregunta que muchos comienzan a realizarse es si es compatible una economía en recesión con las intenciones de reelegir de la actual coalición gubernamental.
Si los inversores entienden que una recesión pone en duda la continuidad, no hay tasa suficiente que compense la innata costumbre de los argentinos de refugiarse en el dólar ante la incertidumbre, por lo que el objetivo del Banco Central se verá amenazado.
A una gestión cercana a los mantras, pareciera caberle aquel que reza que “la confianza es como un papel, una vez que esté arrugado, no puede ser perfecto otra vez”. La praxis económica de Cambiemos ha ido socavando cada uno de sus objetivos en materia de política económica, pasando de pregonar 20 años de crecimiento a transitar el sórdido minuto a minuto de la cotización del dólar mayorista.
La contracara de esta tensa calma son los bancos. Mediante el nuevo esquema de administración de la liquidez, el Banco Central implementó las Leliqs, instrumento al que sólo acceden las entidades financieras. De esta forma, las mismas toman depósitos al 50% y colocan al 74% (menos encajes), reportando significativas ganancias.
Cuál será el devenir final de este esquema donde el BCRA acumula rápidamente deuda de corto plazo -7 días- es uno de los grandes interrogantes que subyacen a la complacencia con que hoy por hoy se festeja la tranquilidad del dólar.
Sandleris, en su conferencia con motivo de presentación del informe de política monetaria, justificó el actual escenario de estrés en la herencia económica recibida, en los shocks externos y en una incorrecta evaluación de los riesgos que implicaban. Al abordar el tema de las Leliq, buscó dar certidumbre destacando que “los pasivos remunerados del BCRA pasaron de significar un 11,2% del PBI a un 5% actual”. Otro dato importante, es que la demanda de dólares comienza a mostrar una caída sensible en las últimas semanas, lo que podría ayudar a sostener este nuevo escenario.
Mientras tanto, los ciudadanos de a pie siguen soportando los efectos de la pérdida de su poder adquisitivo y reajustes de tarifas que parecen no tener fin. El índice de confianza del consumidor que elabora la Universidad Di Tella da cuenta de esta situación: para septiembre mostró un descenso del 7%, arrojando un valor que no se veía desde febrero de 2014 y que se acerca a los mínimos experimentados tras la salida de la crisis del 2001.
En definitiva, el BCRA ha realizado una apuesta arriesgada de cara al futuro económico. Del “éxito” inicial en calmar al dólar dependen los sucesivos pasos hacia un reordenamiento macroeconómico de mayor alcance, en momentos donde la crisis se siente con fuerza y acorta los plazos de acción.