La curia delibera el asunto que expuso Peña este año en la Conferencia Episcopal de esta semana. Habría una “renuncia gradual”. La tensión del Gobierno con la Iglesia continúa por el “lujanazo” de Moyano. El emisario de Francisco y la remera que firmó para mantener la polémica viva.
El sinuoso vínculo entre el Gobierno y la Iglesia tendrá esta semana un nuevo capítulo cuando el Episcopado, que hasta el viernes deliberará en una Asamblea Plenaria, debatirá oficialmente la “renuncia gradual” al sostenimiento del culto -en verdad, sólo los sueldos de los obispos- por parte del Estado. Empero, no hay plazos para esta enmienda: de hecho el Presupuesto 2019 que hoy debate el Senado prevé un gasto para el sostenimiento del catolicismo de $126 millones, cuatro millones menos que lo destinado durante el corriente.
En agosto pasado la Conferencia Episcopal Argentina había adelantado que negociaba con la Secretaría de Culto y la Jefatura de Gabinete “alternativas” para el actual sistema de sostenimiento del culto. Hoy un obispo diocesano gana $46.800 mensuales y un auxiliar, $40.950.
El financiamiento del catolicismo, previsto por el artículo 2 de la Constitución nacional y una serie de leyes devenidas de esa manda, quedó en la picota luego que en marzo pasado Marcos Peña informara, en habitual ponencia en la Cámara de Diputados, que este año solventar la actividad de los obispos alcanzaría los $130.421.300.
También el sostenimiento de la Iglesia fue puesto en cuestionamiento luego que el Senado frenara la legalización del aborto a mediados de año. Este tema urticante generó mayores rispideces entre la Iglesia y la administración de Mauricio Macri, con quien el Papa Francisco guarda un vínculo distante por cuestiones “de piel” y también por su oposición con el modelo económico al cual asimila a un liberalismo que deja fuera del sistema a una porción de la sociedad.
La tensión entre la Iglesia y la Casa Rosada nuevamente se visibilizó por el acompañamiento que dispensaron distintos líderes religiosos a Hugo y Pablo Moyano, acechados por la justicia por causas como asociación ilícita y lavado de dinero.
Primero Hugo fue recibido por el titular de la Pastoral Social, Jorge Lugones, y luego el obispo de Mercedes-Luján, Agustín Radrizzani, ofició una misa frente a la Basílica a la que asistieron centenares de camioneros encabezados por Pablo, asediado por esas horas por un pedido de detención por parte de la fiscalía general de Lomas de Zamora.
Aunque Radrizzani intentó desligar a Francisco de esa “movida opositora” -según la lectura de Casa Rosada-, la semana pasada la dirigente gremial de CTA, Ximena Rattoni logró que durante la audiencia de los miércoles en la Plaza de San Pedro el Papa le firmara una remera que llevaba las consignas de “Pan y Trabajo” del “Lujanazo” moyanista.
Lo cierto es que en el seno del Episcopado, que deliberará hasta el viernes en Pilar, surgieron enojos hacia Radrizzani porque colocó al grupo en “un lugar de conflicto, de oposición”. Un ex colaborador de Jorge Bergoglio sostuvo que el “Lujanazo” fue “operado” en el obispado por el ex titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el titular de SMATA, Ricardo Pignanelli y destacó la llegada al plenario del Episcopado del cardenal ghanés Peter Turkson, un delegado papal y titular de la Pastoral Social romana.
El enviado de Francisco vendría a “bajar línea” entre los duros y los más dialoguistas con Cambiemos. “Muchachos, no pueden ser tan desprolijos, tampoco quedarse con los brazos cruzados”, interpretó la fuente consultada el supuesto mensaje papal que comunicará el moreno cardenal.
Con todo, el Episcopado profundizará el debate sobre «alternativas» al actual sistema de sostenimiento del culto católico, que este año demandará al Estado el desembolso de $130 millones sólo en sueldos de los obispos pero que también incluye por mandato constitucional el financiamiento de seminarios y de parroquias de frontera.
Es que los sueldos de obispos y auxiliares constituyen «uno de los paquetes» con los que el Estado federal sostiene a la Iglesia y de los que no forman parte los subsidios que las provincias y la Ciudad otorgan a las escuelas católicas. Los otros aportes están dirigidos para garantizar el funcionamiento de los seminarios, las exenciones impositivas -en Capital no paga Ingresos Brutos y ABL, por caso-, aportes de Desarrollo Social a Cáritas u obras del Ministerio del Interior, por ejemplo, para remodelar la Basílica de San Francisco de Asís, ubicada en Alsina y Defensa, a 2 cuadras de la Casa Rosada.
Desde la Secretaría de Culto adelantaron que el Senado discute en el Presupuesto destinar el año próximo $126.600.000 para solventar las asignaciones a obispos, auxiliares, eméritos y un grupo de 50 sacerdotes que cumplen labores específicas.
Un vocero de esa dependencia de Cancillería -que en los últimos meses “congeló” el proyecto para restringir a los obispos de los pasaportes oficiales– admitió que el presupuesto de 2019 representará $4 millones menos que lo destinado en el actual período sin considerar la alta inflación, dado que “por un lado hay un recorte en todos los sectores (del Estado) y también hay movimientos de obispos. No se descarta que haya compensaciones en un futuro”.
Y respecto a la continuidad del sostenimiento del catolicismo, la fuente indicó que “no hay plazos: hay una negociación avanzada pero no se sabe cuándo se implementarán los cambios”.
En tanto, una fuente eclesiástica remarcó que “esta semana los obispos van a tratar el sostenimiento de la Iglesia y también alternativas de financiamiento. Pero no tenemos fecha: en agosto se anunció este camino gradual y no hay nada nuevo”. Y fue taxativo sobre el único aspecto en discusión: “lo que hoy se discute es la asignación que reciben los obispos y arzobispos”. Es que para la Conferencia Episcopal es basal mantener el financiamiento de las diócesis: en el interior, aseguran, cumplen un rol social “fundamental”.
En su homilía de la misa de apertura del Plenario, monseñor Oscar Ojea, titular del Episcopado, anticipó este lunes que “cuando se vive un tiempo de intensa purificación y muy alejado de una Iglesia triunfalista, es hora de renunciar a los primeros puestos del banquete… Y vivirlo como una oportunidad de crecer en el amor de Jesús y a los hermanos. Esta Iglesia humilde, es un modo concreto y providencial de ser ‘Iglesia pobre para los pobres’, como nos pide el Papa”. Claro, todo lo que se debata en Pilar tendrá el consentimiento de Francisco: a diferencia de lo que ocurría durante el comienzo de su papado, hoy el Papa cuenta con el apoyo de todos los obispos.