Lo tildan de «ministro transversal» y algunos lo ven con talla de superministro. Tensiones con Quintana y con funcionarios de Interior. La herencia de Aguad. Cómo el ministro de Modernización acumula poder y responde directo al Presidente.
Dentro del universo de los 22 ministerios macristas, hay uno, Modernización, que desde el comienzo de la gestión no ha parado de ganar terreno en el Gabinete: audita al resto de las carteras sobre la dotación de personal, diagrama los tableros de gestión para constatar la eficiencia y desde julio pasado, con la disolución de Comunicaciones, absorbió el Correo, Arsat, Enacom y el Consejo Federal de aquella área.
De bajo perfil, el ministro Andrés Ibarra cuenta con línea directa con Mauricio Macri y se ha ganado el celo de otros integrantes del Ejecutivo, algunos más influyentes que él, como el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana.
Ibarra quien a los 23 años supo entrar como becario a SOCMA, acompañó al entonces presidente de Boca como gerente general del club, fue ministro en el gobierno porteño y desde diciembre de 2015 está a cargo de un ministerio “transversal” -como explican en el Ejecutivo-, es decir, analiza y audita a los empleados públicos de toda administración pública nacional y por ende, se inmiscuye en la vida interna del resto de los ministerios.
Fue el ejecutor de la poda de empleados públicos al comienzo de la gestión: unos 15 mil abandonaron el Estado. Aunque el próximo 31 de diciembre vencen miles de contratos, en la cartera descartan nuevas cancelaciones pero admiten que sí podrá haber bajas por jubilaciones y retiros voluntarios que han sido impulsados desde esta administración.
En marzo de 2016, salieron los decretos que congelaban la planta de empleados públicos pero desde entonces se han multiplicado los cargos jerárquicos, según denuncian los gremios. En este marco, en julio pasado el Ejecutivo trasladó la Dirección de Diseño Organizacional desde Modernización a la Secretaría de Coordinación Interministerial de Mario Quintana. Se trata del área que puede “aprobar las modificaciones” en el Estado pese a que rigen decretos que han congelado la planta, esto es, dar luz verde a los cargos políticos como la célebre directora de Bicicleta nombrada hace unos meses en Transporte.
También Modernización tiene a su cargo la digitalización del Estado y envía las plataformas para que cada ministerio utilice su tablero de control cuyos resultados son analizados luego por Jefatura de Gabinete para medir la eficiencia de los mismos. Y, como ya informó #BORDER, distribuye cuestionarios para constatar la dotación de personal de cada organismo para, más tarde, elevar recomendaciones sobre la cantidad de empleados necesarios.
La multiplicidad y la “transversalidad” de sus funciones le han generado a Ibarra roces con otros integrantes del Gabinete. Como ha ocurrido con Quintana, que le sacó Diseño Organizacional; es que el vicejefe de Gabinete también está obsesionado con bajar el gasto y parecería no admitir otras miradas en torno a ello.
También han existido tensiones “con las segundas líneas” del Ministerio del Interior, que comanda Rogelio Frigerio, ya que ambas carteras comparten cuestiones electorales y áreas del Correo. Esas rencillas se hicieron evidentes cuando arreciaron las denuncias de la oposición por una supuesta manipulación del recuento provisorio. “Nos tiraron la pelota pero los que estuvieron el Correo fueron ellos”, cuentan desde Modernización. “Revisan las plantillas de todos los ministerios pero habría que calcular cuántas direcciones crearon ellos desde que asumieron”, los azuzan desde las oficinas de la planta baja de la Casa Rosada. Para ser la cartera más novedosa del macrismo, el organigrama que depende de Ibarra parece abultado: cuenta con tres subsecretarías ministeriales, más cinco secretarías, con otras ocho subsecretarías y una parva de direcciones y coordinaciones por debajo. Esto además del Comité de Ciberseguridad y las áreas heredadas de Comunicaciones. La estructura modernizadora requirió, en lo que va del 2017, de 177 normas -entre decretos, resoluciones y decisiones administrativas- destinadas al ítem de “designaciones” -incluidos traslados y renuncias-, según se desprende de la web del ministerio. Los hombres de Ibarra se ganan la mofa de sus pares porque sus cargos llegan a superar las 40 palabras de descripción.
Macri está obsesionado por reducir el déficit fiscal y se lo ha hecho saber a Ibarra, que eleva recomendaciones y capacitaciones a cada cartera. Uno de los grandes “bolsones del gasto” -como suelen caracterizar en el Gobierno- es Desarrollo Social que debe contener a los sectores “que no la pasan bien” de acuerdo a los dichos de los funcionarios. Empero, las grandes erogaciones se explican, entre otros factores, porque no ha funcionado el programa “Empalme”, el que buscaba ocupar a los beneficiarios de planes sociales en empresas. Esta semana Carolina Stanley, titular del ministerio emplazado en 9 de Julio y Belgrano, acordó con los movimientos sociales la plena ejecución de la Emergencia Social que prevé el desembolso de $30 mil millones hasta 2019. Los intentos de recortes por allí fueron un mal paso de Quintana.
El gran desafío que hoy tiene Ibarra es reducir el déficit del Correo que alcanza los $4 mil millones al año. Se encontró con un organismo que en 12 años pasó de 10 mil a 17 empleados y perdió negocios por el avance de la tecnología. Aunque se descarta que Ibarra “entre de una con un hacha” para cortar la plantilla, tendrá que negociar con 50 gremios, algunos con simpatías kirchneristas, bajar el costo laboral -en 2015 se redujo la carga horaria de 48 a 42 horas semanales- y reformular el negocio hacia el e-commerce.
Arsat, en cambio, genera ganancias. En Modernización sacan pecho “de la decisión política” que autorizó la tercerización de la comercialización de los satélites con la firma Hughes. Desecharon las denuncias sobre privatización del kirchnerismo y remarcaron que con Arsat “dentro” contarán con una herramienta tecnológica para extender la digitalización del Estado al resto de las provincias.
De los organismos heredados por la implosión de Comunicaciones –la salida de Oscar Aguad a Defensa también se explica por no haber controlado el gasto-, el Enacom es el que menos involucra al ex gerente xeneixe. Sigue siendo manejado por Miguel de Godoy, un dirigente PRO que tiene juego propio, y está a la espera de los dictámenes de la CNV y Defensa de la Competencia para aprobar la fusión de Clarín y Telecom. Claro, más allá de las formalidades, es una decisión que trasciende a estos funcionarios e involucra al máximo nivel del Ejecutivo.
Con cada nueva app que se ofrece en otra cartera, con cada recomendación de “eficiencia” en estructuras de personal ajenas, con cada test que hace llegar a las líneas intermedias de sus colegas, con cada requerimiento para llenar plantillas de Gobierno Abierto, el ministro de Modernización cree y gana poder. En tiempos modernos -o má bien modernizados-, la información sigue siendo clave e Ibarra sabe mucho del resto de sus colegas, aún cuando con la mayoría muestra buenas maneras de ágil negociador.
En tiempos modernos -o más bien, modernizados- no deja de ser curioso que en los pasillos lo comparen con una figura retro: lo ven como un pacman, una especie de superministro que avanza en el Gabinete.