Los gobernadores buscan “blindarse» y desdoblar las elecciones provinciales para 2019

Por: Laura Capriata @lcapriata

Los caudillos peronistas buscarán separar las fechas de votación nacionales de las provinciales, por miedo a que el PJ no consiga un candidatos presidencial que sume votos y se produzca otra “ola amarilla”. Mientras, el Gobierno invierte en obra pública como si fuera un año electoral y la apunta a los más pobres. La reforma política que no fue y cómo terminar con las reelecciones eternas.




En medio de un inusitado “sálvese quien pueda”, el peronismo y Cambiemos ya ponen en marcha estrategias para conservar sus cuotas de poder de cara a 2019. Sí. La mano viene así de anticipada.

El primer movimiento vino de la mano de los gobernadores del PJ, que ya no pueden ocultar sus intenciones para desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales, y así ponerse a salvo de lo que presumen como otra “ola amarilla” (como la describió el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey) que muchos temen para 2019.

Urtubey y su esposa, Macedo, en Punta del Este. ¿Planes contra la "ola amarilla"?
Urtubey y su esposa, Macedo, en Punta del Este. ¿Planes contra la «ola amarilla»?


“El que tiene esa posibilidad la va a usar, y el que no la tiene va a tratar de impulsarla”, confió a #BORDER un experimentado dirigente del justicialismo, que sigue de cerca los movimientos de los caudillos provinciales.

En rigor, una docena de provincias ya usaron esa opción en las últimas elecciones presidenciales de 2015, pero para 2019 no hay ningún distrito peronista que no lo esté considerando.

Las únicas que no tienen ese problema son Corrientes y Santiago del Estero, que desde sus respectivas intervenciones eligen gobernador en los años en que el resto del país solo celebra elecciones legislativas (la última vez fue en 2017).

En Santa Fe, por ejemplo, ya es una costumbre desde que gobiernan los socialistas, en general sin una candidatura presidencial afín que pueda ayudarlos a traccionar votos.

En Santa Cruz, que históricamente se benefició con el arrastre nacional de las candidaturas del matrimonio Kirchner, buscarán ensayar la estrategia contraria y blindar la muy desgastada gestión de Alicia Kirchner.

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Alicia K en reunión con el ministro Frigerio. Ajuste fiscal, fondos y ley de lemas.
Alicia K en reunión con el ministro Frigerio. Ajuste fiscal, fondos y ley de lemas.

En sentido inverso, la Ciudad de Buenos Aires había seguido un proceso inverso, obligado a separarse de la administración kirchnerista y cuidar su propio nicho de votantes. Ahora, en cambio, quieren unificar sus elecciones con las nacionales para subirse a la ola de una boleta nacional.

Ya lo dijo el experimentado José Luis Gioja, ex gobernador de San Juan y actual presidente del PJ, cuando se quejó amargamente de que muchos de sus “compañeros” dan por hecho que Cambiemos volvería a ganar las presidenciales en 2019. Minga cuatro años más, no vamos a entregar ninguna bandera ni nos vamos a bajar de nada”, señaló el último fin de semana en declaraciones radiales. El Gobierno debería tomar nota.

Gioja le dice "minga" a la reelección macrista y el kirchnerismo sonríe.
Gioja le dice «minga» a la reelección macrista y el kirchnerismo sonríe.

Su optimismo cayó muy bien en las alicaídas filas del peronismo, donde se resignaron a pensar que no encontrarán un candidato que pueda unir al kirchnerismo con los antikirchneristas antes de 2019, y ya se conforman aunque sea con que todos se presenten en las PASO y se comprometan con la frase que hizo célebre el movimiento: “El que gana lidera y el que pierde acompaña”.

No parece tan fácil que los sectores que hoy están encolumnados detrás de los moderados Urtubey y Juan Schiaretti, su par de Córdoba, acepten dócilmente a Cristina Kirchner o que alguno de los suyos pueda imponerse en internas. Como tampoco nadie podría creer que la ex presidenta acepte un triunfo de ese sector de gobernadores peronistas, motorizado por su enemigo íntimo, el senador Miguel Pichetto.

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Pichetto, mientras CFK hablaba en el Senado. Difícil reconciliación.
Pichetto, mientras CFK hablaba en el Senado. Difícil reconciliación.

Así las cosas, y a pesar del optimismo de Gioja, los mandatarios no confían en tener una boleta que les sume desde lo nacional, y la provincialización de la elección a gobernador será fundamental para que Cambiemos no siga sumando distritos, como logró en la última elección.

Pero en el Gobierno tampoco van a dormirse en los laureles. La baja en las encuestas de las últimas semanas les recordó que no va a alcanzarles con tener enfrente un peronismo dividido… También necesitan que la gente acepte votarlos a ellos.

Con este descubrimiento avanzan con dos estrategias: obra pública a destajo entre los sectores más pobres y tratar de ponerle fin a la ley de lemas y mecanismos que favorecen la reelección indefinida en algunas provincias.

Santa Cruz, Tucumán y Formosa están en esa condición, y el oficialismo no piensa resignar sus posibilidades en esos distritos.

En Formosa, Cambiemos se conformaría con achicar un poco la diferencia que suele sacar el gobernador Gildo Insfrán. Pero en Tucumán y Santa Cruz atribuyen las derrotas de 2015 en la pelea por la gobernación a las estructuras electorales hechas a medida por las gestiones peronistas.

Una reforma política que ponga fin a esos mecanismos viciados fue uno de los requisitos que el gobierno puso a todas las provincias para beneficiarse con los favores del generoso Pacto Fiscal que firmaron 23 de los 24 distritos del país (sólo los puntanos Rodríguez Saá se negaron).

Pero una cosa es la palabra empeñada y otra, los hechos. Por eso el Gobierno no pierde oportunidad para reclamar una reforma a las provincias en cuestión.

Por otra vía, en materia de obra pública, el Gobierno reforzó todos los fondos destinados a lo que llama “obra pública social”. Se trata de las obras destinadas a los sectores más pobres, vinculadas principalmente a la construcción y mejora de viviendas, y llegar con agua potable, gas, luz y cloacas a la población que nunca lo tuvo.

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Frigerio, de visita en MDQ. La apuesta a un año de obras.
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Técnicamente, en el Gobierno lo explican cómo la única manera de derrotar la pobreza estructural, vinculada a la falta de acceso a infraestructura básica. Con eso en mente, el ministro de Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio, centraliza esa caja, que desde el gobierno prometen que cambiará la radiografía de la pobreza en el país.

Para hacerlo implementaron el plan Nacional de Vivienda y Hábitat (destinado a hacer viviendas sociales) mientras se reactivó el ProCreAr (destinado a la clase media). Por otro lado, avanzan el plan Mejor Hogar (otorga créditos para que los sectores vulnerables se conecten a la red de cloacas, agua y gas) y el Plan Nacional de Agua y Saneamiento.

Nadie lo dirá en público, pero las obras están destinadas a ganar el favor de los sectores que le fueron más esquivos en votos, y la estratégica provincia de Buenos Aires será eje de las principales inversiones, aunque también habrá lluvia de obras para el interior del país.

En ese marco, nadie quiere retroceder un paso en 2018, y las elecciones de 2019 (que temporalmente todavía están bastante lejos) parecen a la vuelta de la esquina.

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