La vicepresidente Victoria Villarruel se encuentra en una difícil situación después de la llegada de Patricia Bullrich al Senado como jefa de bloque de los legisladores libertarios. No formó parte de las negociaciones para la aprobación del presupuesto 2026, ni tampoco de las reformas que se tratarán en el Congreso.
El nuevo escenario del recinto se da después de que Villarruel tenga un triunfo manteniendo a Bartolomé Abdala como presidente provisional, quien es uno de sus pocos aliados dentro del Gobierno.
En la última sesión del año, Villarruel se limitó a abrir y cerrar la reunión, controlar la formación del quórum y dar la palabra, pero no participó en las negociaciones ni en el armado político que llevó a la aprobación del presupuesto. El protagonismo lo asumieron Bullrich, el ministro del Interior, Diego Santilli, y el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem.
Este trío mostró unidad tras la votación con una foto que celebró el aval al presupuesto, con Bullrich destacando en sus redes sociales que "La Argentina tiene Presupuesto 2026. Lo aprobamos en su totalidad con equilibrio fiscal, orden y crecimiento". Santilli, por su parte, subrayó: "Por primera vez, la Argentina aprobó un Presupuesto con equilibrio fiscal y aumentos de partidas por encima de la inflación en áreas prioritarias".
El cambio en la conducción política del Senado no solo se limitó al recinto. Según fuentes oficiales, Villarruel está siendo mantenida al margen incluso en reuniones informales y encuentros del Gabinete en la Quinta de Olivos.
Con la llegada de 20 nuevos senadores de La Libertad Avanza tras las elecciones de octubre, la Cámara Alta se reconfiguró, dificultando la influencia de Villarruel dentro del oficialismo. "La ahora responsable es Patricia Bullrich. Villarruel fue dejada de lado hace rato", señalaron desde el Gobierno.
Patricia Bullrich ya comenzó a trabajar en la próxima reforma laboral que se espera sancionar en febrero, consolidando su rol como interlocutora principal entre el Senado y la Casa Rosada. Mientras tanto, Villarruel parece destinada a cumplir un papel más simbólico que político, lejos de las mesas de negociación y de la gestión cotidiana.



